Kabalcanty
Cuando los globos dejaron de ser de colores
(Para ellos dos)
"Son globos de colores, muchos, cantidad, y sobre todo globos rojos, rojo vivo como las rosas que huelo ahora en primavera y que tanto me entusiasman cuando paso por la floristería y me quedo parada oliendo su.......vida. La vida es de color, es hermosa, es el montón de globos rojos, y de todos los colores, a los que me agarro y subo al cielo para ver el mundo desde lo alto. La vida es para vivirla, buscar su esencia en donde deseo que pueda estar su...........¿Y qué? ¿Qué me pasa? ¿Por qué los globos son tan esquivos, tan.....? ¿Por qué ahora otra vez? ¿Por qué se quedan sin color? ¿Por qué no....."
A Sonia se le escapó un sollozo. Se peinaba distraídamente frente al espejo de su cuarto y veía escapársele una lágrima furtiva que resbaló hasta su barbilla. Dio un sorbo al vaso de whisky Ballantine´s e hizo una mueca de asco al comprobar lo caliente que se había puesto. "El tiempo va en mi contra, lo sé", se dijo, dando un manotazo al vaso y tirándolo sobre la alfombra que delimitaba el espacio que ocupaba la coqueta. Se encaró en el espejo con sus ojeras, bajo sus ojos oscuros de intensa profundidad, se quitó con la yema de los dedos el polvo blanco adherido a una de las aletas de su nariz y de sus labios carnosos, arrastrados en una mueca tortuosa, salieron unas palabras inaudibles que le hicieron desentenderse del espejo.
Al incorporarse sintió un vahído que le hizo llevarse las manos a las sienes y cerrar los ojos unos instantes. Fue hasta la ventana, aferrándose a los faldones de la cortina, para observar la tarde de domingo que discurría en el exterior. Por la avenida paseaban gentes embutidas en una aparente despreocupación: parejas cogidas del brazo, solitarios haciendo footing o pedaleando en sus bicicletas, personas sentadas en la terraza del bar, niños correteando su felicidad pueril.......... "Romeo", se dijo, y se fue de la ventana para salir del cuarto. En su impulso anduvo un par de pasos pero al tercero tuvo que sujetarse en el respaldo de una silla para sentir la estabilidad suficiente y alcanzar el pomo de la puerta.
En el salón, un niño de unos doce o trece años jugaba en su tablet mientras el aparato de televisión funcionaba emitiendo un capítulo antiguo de "La bola del dragón". Sonia se acercó al niño con los ojos húmedos pero sonriente.
— ¿Te encuentras mal otra vez, mamá? -preguntó el pequeño, dejando a un lado su juego.
— Bueno.......Romeo....... Me pasa a veces, ya sabes. -contestó Sonia indecisa.
Se sentó junto a él y le besó en la frente.
— Tenías que salir a jugar con tus amigos -dijo ella- Una tarde de domingo con tan buen tiempo y tú aquí encerrado.
Romeo fue a decir algo pero calló. Escudriñó el rostro de su madre y bajó los ojos.
— Mientras yo me preparo algo fresquito para tomar quiero que te pongas las deportivas y la camiseta del Madrid para que te bajes al parque, ¿vale, cielo? Sé que te gustará echar un partido con tus amigos.
— No, mamá. -contestó el niño con una firmeza impropia para su edad.
Sonia se despejó su melena morena de la cara y se acercó a él para besarle.
— Vamos haz caso a mamá -añadió ella después de besarle y revolverle el pelo juguetonamente.
Romeo obedeció al tiempo que ella se desplazaba a la cocina a por hielos.
Fue al atravesar el marco de la puerta de la cocina cuando Sonia sintió un desfallecimiento más enérgico. Se agarró al cerco pero sus rodillas cedieron hasta que tocaron el suelo.
— No puedo irme, mamá, no estás bien, no estás bien. -dijo Romeo, agarrando a su madre por las axilas tratando de levantarla.
Sonia comenzó a sollozar, incapaz de incorporarse, impedida para dejar que su hijo le ayudara. Hundido el rostro contra el marco de la puerta lloraba entretanto su cabeza giraba alocada sin encontrar reposo. Romeo la abrazó intentando buscar su cara pero ella la cobijaba a ultranza sacudida por los sollozos.
"La vida no son globos de colores ni mierdas ni nada de nada...........Mi vida es una puta basura..........una puta basura", se decía Sonia sin poderse controlar.
— Mamá, escucha, por favor, escúchame -dijo el niño, acercándose al lado más próximo al rostro de ella.- Te voy a cuidar, ¿entiendes? Necesitas que te cuiden, que te curen, que te ayuden..........Sabes a lo que me refiero, verdad.
Romeo, con los mismo ojos hondos e insondables de la madre, le hablaba con todo el convencimiento. Los tenía acuosos, a punto de desbordarse, pero el niño luchaba por no ceder acariciando la melena de la madre.
— Voy a llamar a los del Centro para que te ayuden, mamá; ellos están siempre, domingos y festivos. Yo estaré contigo.
Sonia fue descubriendo su cara, se separó el pelo pegado y tomó con sus manos el rostro del pequeño.
— Por eso te puse Romeo, porque siempre serás mi enamorado.
Se abrazaron a ras del suelo y así estuvieron unos minutos.
— ¿Sabes qué, mamá? Cuando te cures del todo vamos a hacer un viaje tú y yo solos a la playa, a esa que te gusta tanto donde el agua está tan limpia y donde me enseñaste a nadar. ¿Quieres?
Sonia asintió varias veces con emoción.
— Estarás buena del todo y todo volverá a ser como antes.
— Claro que sí -dijo ella, mirándole arrobada.
Se levantaron con dificultad y fueron al sillón frente al televisor. Luego Romeo cogió el móvil de ella de dentro de su bolso y buscó en la agenda. Pulsó la tecla adecuada y esperó el tono.
— Hola, sí -dijo cuando le contestaron- Mi madre necesita vuestra ayuda siempre y cuando me dejéis vosotros también ayudarla. Yo ya la ayudo, pero.............