Con una ubicación privilegiada en el estrecho del Bósforo y a caballo entre Europa y Asia, Estambul se considera una de las grandes ciudades más bellas del mundo:
Extensa pero muy fácilmente transitable para el turista gracias a su ágil transporte urbano, la visita a Estambul requiere de varios días para disfrutar no solo de sus numerosos monumentos sino además de sus plazas, bazares, calles y rincones.
La Basílica de Santa Sofía es indudablemente uno de los símbolos de la ciudad: la primera construcción fue erigida con Constantino, emperador romano fundador de Constantinopla y el primero en convertirse al cristianismo. Sufrió varias reconstrucciones y reformas, pero sería el emperador Justiniano el que le daría su máximo esplendor, pretendiendo con ello engrandecer no solo el templo sino la ciudad entera.
Basílica ortodoxa durante casi toda su historia, posteriormente mezquita e incluso iglesia católica durante unos pocos años, Santa Sofía está hoy día "retirada" del culto y ha pasado a formar parte de los museos de la ciudad de Estambul.
Considerada una auténtica perfección en sentido arquitectónico debido a sus proporciones, especialmente al soporte de su cúpula que da sensación de estar "suspendida en el aire", la belleza de Aya Sofya como la llaman en Estambul, no deja indiferente a nadie. Su interior es también deslumbrante por sus dimensiones, sus grandes lámparas colgantes y sus hermosos mosaicos bizantinos entre los que se conservan bellas imágenes de la Virgen con el niño, de los emperadores Justiniano y Constantino ofreciendo a la virgen la Iglesia y la ciudad de Constantinopla y especialmente, del famoso Cristo Pantocrátor.
Basílica de Santa Sofía
Interior de Santa Sofía
Cristo Pantocrátor |
Separada de Santa Sofía por la Plaza de Sultán Ahmet encontramos la Mezquita de Sultán Ahmet otra de las joyas de Estambul, más conocida como Mezquita Azul por la delicada decoración de sus interiores en azulejos de este color. Esta es la única mezquita que se construyó con seis minaretes lo cual obligó a construir el séptimo alminar en La Meca para no ser igualada en número por ella.
Mezquita Azul
Interior de la Mezquita Azul
Aunque las visitas a los dos templos deben de hacerse de día para poder conocer sus magníficos interiores, es muy recomendable acercarse de nuevo por la noche a la zona para observar el espectáculo de luces que se presenta en la fuente ubicada entre ambas, además de contemplarlas iluminadas. Estambul cuenta además con una cantidad ingente de mezquitas para visitar: la de Solimán el Magnífico, la de Beyazid, la de Laleli o la de Shezade son hermosos ejemplos que, a pesar de resultar aparentemente similares, tienen su propia decoración con lo cual resultan de gran interés. Además en muchos casos su ubicación al pie del Bósforo o del Cuerno de Oro las hace de por sí privilegiadas. Hay que tener en cuenta que para entrar en ellas hay que cubrirse el pelo con un pañuelo y descalzase respetando la tradición musulmana.
La mezquita Azul de noche
Muy próximo a la Mezquita Azul también encontraremos, o más bien intuiremos, los restos del Hipódromo que nos dejó como huella el Antiguo Imperio Romano: prácticamente no queda nada que nos permita identificarlo pero aún merece la pena darse un paseo por la plaza que se ubica hoy en su lugar, en la que se encuentran el Obelisco de Teodosio, la Columna Serpentina y la Columna de bronce.
El obelisco de Teodosio
Si continuamos paseando por la antigua Estambul y tenemos varios días en la ciudad no debemos obviar un interesante lugar que normalmente los guías turísticos no ofrecen: la Cisterna de la Basílica. Esta cisterna subterránea que surtía de agua a la ciudad y gran parte de alrededores, resulta una visita original y muy interesante: con una iluminación tenue muy sugerente, se recorre una pasarela rodeada de cientos de columnas sobre el agua, hasta llegar a la columna de la "Medusa" decorada con la enorme cabeza en piedra de este ser de la mitología griega. El espacio es tan atrayente que se viene utilizando incluso para dar conciertos de música clásica.
Cisterna de la Basílica
Otro de los puntos fuertes de Estambul que en ningún caso debemos perdernos es el Palacio Topkapi:
La antigua residencia del Sultán es un complejo de patios, jardines y pabellones visitables, entre los que destaca el Harén (con entrada aparte). Es muy recomendable a ser posible, hacer la visita un día soleado no solo por lo agradable de sus jardines y por las hermosas vistas al Bósforo que se contemplan desde sus terrazas, sino también por disfrutar de la entrada al Harén con una iluminación que permita apreciar su exquisita decoración con azulejos así como sus techos estucados.
Una vez visitado el Harén y los jardines no debemos perdernos otras de las salas más interesantes: la Armería, la Sala de las Reliquias o las salas del Tesoro, donde se pueden admirar todas las riquezas de los sultanes recibidas desde diversas partes del mundo: vajillas, adornos o joyas entre las que destaca el "Gran Diamante" de nada menos que 88 quilates, o el puñal más caro del mundo engastado con diamantes y esmeraldas. Las colecciones se completan con elaborados trajes, varios tronos del sultán, e incluso una incomparable colección de relojes de pared de lo más variopinto, con sus mecanismos a la vista, algunos tan trabajados y con tal ingenio que merecen de por sí esta visita.
El Harén |
Jardines del Palacio |
En el mismo recinto del Palacio aunque con entrada aparte se encuentra el Museo Arqueológico. Esta es otra de las visitas que normalmente no ofrecen los guías turísticos en los viajes concertados pero que a mi entender resulta imprescindible. El recinto está compuesto en realidad por tres museos: el del Antiguo Oriente, el de Azulejos y el propio Arqueológico que atesoran una gran cantidad de obras de Egipto, la antigua Mesopotamia, Roma o Grecia. Muy destacables son algunos de los fragmentos (la mayoría de ellos están en el Museo de Pérgamo de Berlín) de las Puertas de Ishtar, entrada a la antigua Babilonia, representando en ladrillo vidriado en hermosos tonos azules leones dragones y otros animales mitológicos. El museo cuenta además con una interesantísima colección de sarcófagos, algunos encontrados en la necrópolis Real de Sidón (actual Líbano), que formaba parte del imperio Otomano, magistralmente trabajados en piedra con muy variadas formas. Es aquí donde se encuentra la joya más célebre del museo, el Sarcófago de Alejandro: realizado en piedra, antiguamente estucado (aunque hoy se conserva apenas sin color alguno) recoge escenas de batalla labradas con tal delicadeza, que aunque hoy día ya se ha puesto en duda que realmente se trate del sepulcro de Alejandro Magno, se sigue considerando un auténtico tesoro que merece ya por sí solo la entrada al museo.
Detalle del sarcófago de Alejandro |
Una vez finalizada la visita al Topkapi y alrededores, podemos cambiar de tercio perdiéndonos en el mundo árabe de los zocos y mercadillos recorriendo uno de los bazares más famosos del mundo. El Gran Bazar es un laberinto de calles a techo cubierto, repleto de objetos variados y clasificados por género: cerámica, cuero, joyas, antigüedades... donde podemos permitirnos alguno o muchos caprichos, según la calidad que se requiera, aunque si no se tiene buen ojo es difícil diferenciar lo fabricado "en serie", de lo que realmente está hecho a mano, y las antigüedades que los vendedores ofrecen, de las más que abundantes falsificaciones. De cualquier manera se compre o no, la visita es de lo más recomendable aunque solo sea por callejear bajo sus fantásticos techos decorados, o tomar un té en uno de sus acogedores y típicos rincones.
Puerta de entrada al Gran Bazar
Calles del Gran Bazar
Y si de bazares hablamos tampoco debemos perdernos el de las Especias o Bazar Egipcio, muy cercano al Puente de Gálata, que resulta también de gran interés al tratarse de un típico bazar oriental, con sus puestos repletos de colorido y aromas, con un ambiente quizás más puro y algo menos turístico.
Bazar de las especias
Pero Estambul no acaba en el barrio de Sultanahmet. La zona europea de Beyoglu en el lado sur del famoso Cuerno de Oro resulta muy interesante a pesar de ser la más moderna de la ciudad.
Aquí nos encontramos en primer lugar con el Puente Gálata que reúne todo su encanto al atardecer. Merece la pena recorrerlo a pie para contemplar desde allí la incomparable puesta de sol, además de ser testigos del curioso espectáculo de la pesca ya que la cantidad de pescadores que inunda el ambiente con sus cañas, cestas y aperos es más que sorprendente. También se puede recorrer la parte inferior del puente donde un buen número de restaurantes ofrecen pescado y otros menús con vistas al Cuerno de Oro. A ambas orillas del puente podemos observar la cantidad de puestecillos que venden pescado a la parrilla recién hecho e incluso los barcos-restaurante que actúan como auténticos quioscos flotantes y que por la noche adquieren, con sus luces reflejándose en el Bósforo, un encanto muy especial.
Pescadores en el Puente Gálata
Vendedor ambulante junto al muelle
Otra de las atracciones de este lado de Estambul es la Torre Gálata. Erigida con el emperador Justiniano y posteriormente reconstruida por la Colonia de Genoveses quienes la utilizarían para el comercio marítimo, sufrió varias remodelaciones hasta llegar a su actual aspecto. Desde lo alto se disfruta de unas impresionantes vistas al Cuerno de Oro, y en general de todo Estambul.
Desde la antigua torre podemos ya adentrarnos en la zona más moderna caminando por una de las calles más pintorescas de la ciudad (Istiklal Caddesi) repleta de comercios, bonitos edificios, alguna interesante iglesia y la curiosa visión del antiguo tranvía rojo circulando. Desde aquí llegaremos a la conocida Plaza Taksim, centro neurálgico de la zona nueva además de hacerse célebre por las protestas en los últimos conflictos con el gobierno turco.
Y si para finalizar queremos “poner un pie en Asia” siempre podemos acercarnos a la parte asiática de Estambul. Aunque indudablemente de mucho menos interés histórico que la parte europea, si todavía tenemos algo de tiempo podremos visitar alguno de sus barrios residenciales o palacios. Para ello resulta agradable realizar una ruta en barco. La oferta de barcos turísticos que nos llevan a un recorrido por el cuerno de Oro y por el Bósforo es muy amplia, aunque a mí personalmente me parece más atrayente la opción de coger uno de los barcos que utilizan los propios habitantes de Estambul, desde los cuales se contemplan igualmente las hermosas vistas y que nos pueden acercar también a la orilla asiática de la ciudad.
El perfil de Estambul desde el barco
En definitiva, del viaje a Estambul uno se trae la sensación no solo de haber visitado una de las ciudades más bellas del mundo, sino de haber recorrido una ciudad cómoda y fácil de transitar a pesar de sus dimensiones, pero sobre todo amable, un placer y un lujo para todos los sentidos.