José Benito García Iglesias
Pedro Álvarez de Sotomayor (Madruga). Parte 2ª y última
Una vez liberado Pedro Madruga regresa a Galicia en la primavera de 1478. En menos de un año consigue recuperar los dominios perdidos y hacer prisioneros a García Sarmiento, señor de Sobroso, y a su tío Fernán de Camba; dando muerte a Gregorio de Valladares y a Tristán de Montenegro, antaño antiguos vasallos de los Sotomayor y ahora en el bando isabelino.
Los del bando de Fonseca sólo consiguen mantenerse con dificultades en Pontevedra y Baiona. Según nos narra Felipe de la Gándara, cronista del s. XVII, un elemento clave en los éxitos militares de Madruga fue la utilización, por sus huestes, de arcabuces y otras armas de fuego, artilugios que hasta entonces no se habían visto y mucho menos oído tan estruendoso ruido por estos lares.
En 1479 se firmaban las paces entre Castilla y Portugal, al tiempo que los Reyes Católicos se consolidaban como monarcas de Castilla y Aragón. A pesar de que en los tratados se contemplaba un perdón general para los nobles que estuvieran al lado del monarca portugués, y de forma especial para Pedro Madruga, la situación política y militar de la Península, que él supiera utilizar tan hábilmente en beneficio propio, se volvía ahora adversa.
El arzobispo Fonseca, paladín de la Corona en Galicia, rompía toda relación con Pedro Madruga. Le reclamaba la devolución de las feligresías que tenía en feudo. Los Reyes exigían la entrega de Vigo y Redondela a la Iglesia de Santiago. Don Diego de Muros, obispo de Tui, se quejaba ante la Curia Romana de los abusos que Madruga cometía contra su Iglesia.
Ante tal situación, en 1480, se envía a Galicia a Antón de Paz con sus Cuadrilleros de la Hermandad y el Gobernador Acuña, dispuestos a acabar con el de Caminha. El cerco se cerraba sobre el señor de Sotomayor. Dándose éste cuenta de lo comprometido de su situación intenta una actuación de desagravio hacia sus adversarios y hacia la Corona, y así, en 1482, se restituye a don Diego de Muros todos los bienes que tenía usurpados a la Iglesia de Tui.
Pero los Reyes Católicos ya prepararan el final de Pedro Madruga. Habían protegido en la Corte a su hijo mayor, Álvaro de Sotomayor, y ahora le exigían que se hiciese cargo del señorío desposeyendo a su padre. Álvaro, fiel a los deseos de la Corona, se presenta en 1483 en las tierras de su padre y valiéndose del engaño se apodera del Castillo de Sotomayor.
Pedro Madruga que se encontraba en Portugal, al conocer esta traición, deshereda a su hijo mayor y le arroja su maldición. Pero, en un momento en el que los hechos mandaban, todo esto eran palabras que sonaban a canto de cisne. Álvaro de Sotomayor heredaría el señorío con el apoyo y la confianza de la Corona e iba a convertirse en un nuevo tipo de noble, sumiso a la voluntad de los monarcas.
En estas circunstancias, Pedro Álvarez de Sotomayor dictó testamento en Portugal el 10 de enero de 1486, y seguidamente se encaminó rumbo a Castilla para pedir el perdón de sus majestades los Reyes Católicos. Hace un alto en Alba de Tormes para entrevistarse con su amigo el Duque de Alba, García Álvarez de Toledo. Allí, el 16 de octubre de 1486, hallaría la muerte de forma sospechosa sin que se aportasen muchas noticias sobre el hecho.
El cronista Vasco de Aponte nos la relata así: <<…unos dixeron que el conde muriera allí de dos carbúnculos, otros dixeron que el alcalde de Proiaño entrara en el monasterio con sus porquerones y que le echara un garrote en el pescuezo; unos dicen que fue de una manera y otros dicen que fue de otra, quizá fue de entrambas maneras>>.
El dato que confirma la muerte, sobre esas fechas, de Pedro Madruga, nos la aportó su hijo Álvaro cuando dejó escrito en su testamento, redactado en 1491: "los huesos de mis padres (…) los traigan y entierren dentro de la capilla que el S. Obispo S. Juan fizo en la Iglesia Catedral de Tuy".
Desaparecía así el personaje más singular de la agitada Galicia de fines del s. XV. Y tanto la crónica coetánea, en unos casos, y la historiografía romántica gallega en otros, convirtieron en el más controvertido de su tiempo.