José Benito García Iglesias
“Quien se fue de Sevilla…” La silla de los Fonseca
Alonso de Fonseca y Acevedo también conocido como Alonso II de Fonseca nació en Salamanca, en una fecha sin precisar, y murió en Santiago de Compostela, el 12 de marzo de 1512.
Perteneciente a una saga familiar de arzobispos compostelanos, cubren casi un siglo de la historia política y eclesiástica de la España del Renacimiento, dentro de los reinados de Enrique IV, los Reyes Católicos y Carlos V.
Cuando tomó posesión de su sede compostelana se dio cuenta de los graves problemas que llevaba aparejados. El nuevo arzobispo dio claras muestras de falta de tacto político al emplearse a fondo y con impaciencia en la recuperación de los privilegios y heredades que le habían sido usurpados al arzobispado compostelano durante años por los señores feudales gallegos.
Entre los nobles más vehementes y que más se exaltaron por este litigio se encontraba el señor Bernaldo Yáñez de Moscoso. En uno de sus encuentros armados contra los nobles beligerantes en 1465, Yáñez de Moscoso logra vencer al prelado, quien, junto con varios canónicos, es encarcelado en Noia, en la fortaleza de Vimianzo.
Después de dos años de cautiverio se fija una gran cantidad por la liberación del clérigo, pero los partidarios de este no aceptan las condiciones. La situación queda zanjada cuando las tropas arzobispales, al mando de Rodrigo Maldonado, ponen sitio al castillo de Yáñez de Moscoso y exigen la liberación del preso. Tras varios días de cerco la plaza se rinde, pero con una condición, que el arzobispo no pusiese pie en la diócesis arzobispal durante un periodo no inferior a diez años.
Pensando en la pacificación de la archidiócesis gallega y teniendo presente el cumplimiento del destierro, se decide por pedirle consejo y ayuda a su tío, el arzobispo de Sevilla.
Tío y sobrino acuerdan un intercambio temporal de las sedes, de manera que Alonso II de Fonseca marcharía para Sevilla y se quedaría a cargo de la administración de ese arzobispado, y su tío se vendría para Santiago a restablecer la paz en Galicia, acuerdo que se lleva a efecto en 1467.
En cuestión de un par de años, allá por el 1469, el nuevo prelado de Santiago había logrado ya pacificar la archidiócesis compostelana. Una vez que el tío logró pacificar Galicia y dejar ajustadas las riendas de gobierno para su sobrino, regresó a Sevilla satisfecho y confiado a deshacer el intercambio de sedes con este.
Pero sucedió que el ingrato de su sobrino, tan ambicioso y desleal como incapaz, se negó a dejar la silla arzobispal hispalense, más rica y sosegada. Alegó que el trueque había sido permanente y se negó a abandonar la diócesis sevillana por las buenas. Esto provocó una disputa tan grande entre tío y sobrino que precisó de las intervenciones tanto del rey como del Papa mismo, para que el sobrino finalmente devolviera el arzobispado a su tío y regresara a Santiago.
Esta situación no pasó inadvertida para el pueblo llano y sin duda llego a ser un hecho muy comentado en la época. Incluso dio origen a una frase que se empleó de forma cotidiana por la gente sencilla: «Quien se fue de Sevilla, perdió la silla».
La expresión ha llegado a nuestros días ligeramente modificada, es de suponer que con el paso del tiempo cayó en el olvido el hecho acaecido al que se hacía referencia y se cambiaron las preposiciones «de» (Sevilla) por una «a» (Sevilla), alterando el sentido de la misma, ya que quien perdió la silla fue el arzobispo que se desplazó de Sevilla a Santiago.
Alonso II de Fonseca se retiró en 1507, pero antes promovió como su sucesor a la sede compostelana a su hijo, Alonso de Fonseca y Ulloa, también conocido como Alonso III de Fonseca. Para sortear la prohibición de que un hijo sucediera al padre en una silla episcopal, durante un breve período de tiempo Pedro Luis de Borja (sobrino del Papa Borgia, Alejandro VI), ocuparía la sede entre padre e hijo.
En 1512, cinco años después, murió Alonso II de Fonseca y su restos están sepultados en el convento de las Úrsulas de Salamanca.