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Uniformes olímpicos, trabajos deportivos
Algunas entradas en el blog hemos dedicado al tema de los uniformes, de la vestimenta formal en el trabajo o de las diferencias de uniforme por razón de sexo. Ir a trabajar sintiéndose cómodo es importante. Que la vestimenta se adapte al trabajo que se va a hacer también, los equipos de protección individual (EPI) parten de esa base. Los deportistas que compiten en Río 2016, épica aparte, son trabajadores de élite seleccionados y retribuidos por resultados, resultados que serán severamente juzgados por quien les paga el salario y ampliamente ninguneados por millones de ciudadanos indolentes sentados en un sofá. Y son trabajadores uniformados por sus selecciones, siguiendo las normas de las federaciones de cada deporte.
Una parte importante de los ingresos del deporte proceden de la venta de imagen. En ocasiones, en contrato mercantil para los deportistas más relevantes y siempre para el club o equipo. Por tanto, forma parte de las obligaciones del trabajador del deporte uniformarse y vender camisetas nuevas, lo que justifica que los equipos de primera división como el Real Madrid, el Barça o el Atlético de Madrid cambien anualmente su equipación, tengan o no un patrocinador nuevo.
No se diseñan preguntando a los jugadores si son más cómodas o si transpiran mejor, ni pasan controles específicos de durabilidad. Al menos, las camisetas de la selección Suiza de fútbol en la Eurocopa de Francia no debieron de pasarlos. Están orientadas a la venta al público y a que tengan que renovarlas con frecuencia.
A veces, las equipaciones están pensadas directamente para enseñar carne, carne femenina, sin reparar si son adecuadas para el deporte, como ya pasó en Wimbledon o con la minifalda de las boxeadoras. El deporte pasa a ser un escaparate en el que enseñar los cuerpos de las deportistas.
Estas olimpiadas, además de los récords de medallas sostenidos en el tiempo de Michael Phelps o Usain Bolt, el inconmensurable trabajo de Rafael Nadal, la potencia de Simone Biles, la desconcertante picardía de Shaune Miller, el récord de 400 metros de Van Niekerk y la inexplicable costumbre de los periodistas españoles de preguntar a las medallistas femeninas lo que jamás preguntarían a un deportista varón, haciendo comentarios sobre su físico que no dedicarían a los chicos, nos deja esta imagen:
Doaa Elghobashy y Kira Walkenhorst, vóley playa y representando a Egipto y Alemania, respectivamente. El primer pensamiento: la jugadora egipcia tapada por imposición del machismo asociado a la religión. Que falta de libertad, que opresión y sexismo. Que incómodo. Y que bien la germana, que viste sin imposiciones.
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