Bernardo Sartier
Gayoso vestido de gnomo
De repente y por un error en el zapin fue que irrumpió Gayoso en mi vida catódica. "Pero usted, hombre de dios, cómo se le ocurre poner Luar", no ve que le va a salir un orzuelo"; "no se preocupe, no es nada", pero yo ya llevaba un ojo en la mano. Gayoso es una cosa muy seria. Incluso llamarse así en estos tiempos tiene muy mal pronóstico, porque los de las "preferentes" pueden pensar que fuiste director general de Caixanova y seguir tu rastro para darte las del pulpo. No hablo de ese Gayoso. Hablo del Gayoso nuestro, del de toda la vida, del de Luar, ese programa que lo mismo saca a "Perlita de Huelva" cantando el "Precaución, amigo conductor", que confronta a dos vacas, una Frisona y una Rubia para ver cuál de las dos tiene mejores tetos sin reparar en la posibilidad de que cualquiera de ellas se giñe en el plató.
Para muchos gallegos, sin Gayoso no hay paraíso. Gayoso, que con esos ojos verdes pasaría por un traumatólogo del Chop, prorrumpió en el Luar de "Tele Canastro" (arrastro) ataviado de duende, o de gnomo verde, o de enano de Blancanieves. O sea, la noche de los muertos vivientes y el horror del Coronel Kurtz en Apocalipsis now. Todo junto. Noche de infarto, sí. Vestir a Gayoso de duende es como ponerle a Rubalcaba un traje de lagarterana; o como hacer bailar a Bárcenas en la plataforma de un trole vestido de Drag Queen. Lo mejor del disfraz eran las orejas, dos ensaimadas que habían huido de su forma redondeada para convertirse en una cosa muy similar al chocho de una muñeca hinchable, que yo vi una en Amstherdan clavadita. Gayoso es ese tipo festeiro, popular y de vuelo raso que nos la mete doblada los viernes con esa suerte de feísmo televisivo y nos hace filosofar: "cogito, ergo sunt", lo que traducido viene a ser "Gayoso, luego existo". Y es que "na nosa tele" también hay un feísmo que aunque no es de alpendre y bloques acuchilla el arte haciendo danzar a unas cuantas marujas el "A saia da Carolina", o batir palmas a Manoliños pitopausicos que lo dan todo mientras actúa la "Panorama". O sea, una regueifa caótica hecha de un "inferiorismo" suicida que aprovechan por fuera para llamarnos mozos de cuerda, aldeanos y pedir que no se invierta en nuestro Ave.
Como producto televisivo no hay mucha diferencia entre Belén Esteban diciendo que ha engordado trece quilos y que ahora lleva faja y Gayoso presentando a la última tonadillera jubilada a punto de caerse a cachos cuyo play back extemporáneo nos hace sentir vergüenza ajena (y propia, casi). Galicia no puede ir bien cuando el programa televisivo más visto es este feto muerto del divertimento; no puede ir bien cuando nuestros mayores se agarran a una teta nutricia de la que mana una endiablada simiente hortera, casposa y anacrónica. El Luar es un chute de paduanismo enxebre y mal gustoso al que tengo la suerte de que mi madre no se haya enganchado, porque tendría que sugerirle que se quitase como se quita uno del tabaco, con dolor, o convencerla para una cura de desintoxicación en la "Incosol" de los ricos. Gayoso vestido de duende son las cornadas del hambre del Cordobés, o el más sardónico y galaico "o que fai a fame", coartada de una perfomance incalificable, justificación de un bochorno flagrante y descomunal. "Señor Sartier, vostede é un radical. Eu soio fago o meu traballo"; "sí, Gayosiño, sí: Tamén o verdugo". Con Gayoso vestido de duende no me extraña que nuestros jóvenes se den el bote. Y es que si yo fuese joven y me topase con Gayoso vestido de gnomo hace ya algunas lunas que me habría empadronado en el Nepal.
31.01.2013