Manuel Pérez Lourido
Lecturas intemporales
Los tres libros que vamos a reseñar están de moda pero su reciente aparición en los escaparates no debe nublar la vista del lector de largo recorrido: las tres son obras ejecutadas para perdurar, con un peso específico suficiente como para flotar en el caprichoso mar de las letras, que tantos textos acostumbra a tragar.
Nos vemos en esta vida o en la otra, la novela que Jabois logró arrancarle a Gabriel Montoya, el menor (15 años) implicado en el 11M es, sobre todo, un ejercicio de sinceridad: "él dice que no se arrepiente de lo que hizo, pero sí de lo que ocurrió, dice que si volviese atrás, con la misma edad, y en el mismo momento de su vida en el que estaba entonces, y supiese, aún encima, que esos explosivos eran para atentar, que no sabe lo que haría, pero que probablemente lo haría de la misma forma". Una paradójica argumentación que refleja un fatalismo que Jabois no oculta; probablemente la idea que lo enganchó a la historia. Como debió engancharle este muchacho que nunca lloró y que no fue al minuto de silencio por las víctimas que se celebró en su reformatorio."Murió mucha gente que no tenía que haber muerto y demás, pero si necesitas dinero, ¿qué haces?".
Año y medio tardó en convencer a Gabriel de que hablara y cuando lo hizo, en el patio de un hotel en un pueblo del Norte, se centró en ejercer de notario de sus confesiones. El Jabois menos Jabois, por decirlo de algún modo, es el que asoma en estas páginas. Sin sus hilarantes ejemplos y comparaciones. En algún momento el propio escritor indicó que no tenía entre manos un tema que se prestase a bromas.
Acumular información y plasmarla, sin buscar explicaciones, sin ofrecer conclusiones es el aséptico planeamiento de Jabois. Relatar el sinsentido con el único sentido de la propia narración. Después tenemos el debut literario de otro periodista de raza, Adrián Rodríguez, que se atreve con una figura política de gran calado en Pontevedra. Nada menos que el primer alcalde de la ciudad en la democracia (la legislatura de Queizán arranca en 1974). Un rostro, el de José Rivas Fontán, que junto a las siglas y colores de la mítica Unión de Centro Democrático adorna estos días el escaparate de una céntrica librería de la ciudad, que exhibe un cartel electoral de la época. Vuelve Pepe Rivas, vuelve Pepiño da Gándara.
Solo Rivas Fontán. Memorias de un político lejos del rebaño está hecho a la medida del protagonista y no defraudará a quienes quieran escarbar en un pasado político que se muestra con modos, maneras y detalles que ahora resultan fascinantes.
La bondades de este libro surgen de la combinación de un periodista que exhibe un verbo ágil y preciso, que suma a la inteligencia la claridad de ideas y de un expolítico locuaz y de ego agitado, en una situación vital que le ayuda a permitirse ciertas confidencias. La mezcla produce un artefacto prosístico que consigue retratar toda una época de la historia de Pontevedra, de sus gentes y sobre todo de sus gobernantes bajo la privilegiada visión de quien la lideró desde 1997 hasta 1991.
Las trescientas páginas del libro se deslizan entre los dedos haciendo emerger la figura de un Rivas Fontán que vuelve la vista atrás sin ira pero también sin morderse la lengua. Mérito lo primero de Adrián Rodríguez, que construye la narración con habilidad y ritmo, siempre dejando que se la desbordante personalidad del retratado quien pinte el escenario y las figuras que lo van a ocupar.
A rotura das paisaxes es la última obra de Xesús Constela, editada en Xerais. Una protonovela, por acuñar un término que enclaustre esta invención el autor ferrolano afincado en Poio.
Tuve la suerte de asistir a la presentación (de esas que a los editores no les gusta denominar así) que de esta novela tuvo lugar recientemente en el Museo de Pontevedra. Además de gozar del magnífico, lírico y onírico videoclip que elaboró Mario Iglesias para la ocasión, pude observar en directo la capacidad escénica de Constela, que se atrevió a recitar (e incluso cantar) alguno de los poemas que incluye en el texto. Poemas escritos con la soltura y vis de un poeta con oficio, pese a tratarse casi de su debut en estas lides. Normalmente los narradores escriben poemas sin despojarse de su esencia de narradores, pero Constela no es de los que hacen las cosas "normalmente".
Escritor de los atrevidos, de los que arriesgan con cada entrega, plantea en esta obra un homenaje a la Rayuela de Cortázar y, como este, ofrece varias rutas para la lectura.
Tomando el camino más sencillo, el marcado por la paginación, nos encontramos con dos hombres que pasean por una playa conversando entre ellos y mudando en su estado anímico a raíz de una serie de acontecimientos.
Narrativa, poesía, teatro, diálogos... Constenla despliega un abanico de recursos para tejer una historia de historias que ilustra con una cita del pintor Toulouse-Lautrec afirmando que lo esencial es la figura mientras que el paisaje es un simple accesorio.
Resumiendo: tres propuestas heterogéneas unificadas por una perfecta ejecución que satisfarán a los lectores más exigentes.