Leoncio Feijoo Lamas
La descontextualización del Carnaval
En Galicia, principalmente en pueblos y comarcas del interior, se conservan todavía antiguas tradiciones y rituales vinculadas a la celebración de las fiestas de Carnaval o Entroido.
Estas manifestaciones, heredadas a través de generaciones, constituyen parte del llamado patrimonio cultural inmaterial o intangible, aunque en ocasiones se soporten también en todo un ajuar de elementos físicos, como pueden ser los atuendos, máscaras y otros complementos que de por sí, ya son igualmente bienes culturales.
Es precisamente porque estamos en un mundo globalizado, mercantilizado y mediáticamente estandarizado, por lo que muchos de estos rituales corren peligro de desaparición, de ahí que la propia sociedad, a través de su proclamación como patrimonio, pretenda ante todo su conservación. Pero como todos los bienes patrimoniales se exige un mínimo de criterios para su preservación.
Así que ningún gestor cultural difícilmente podría sostener la descontextualización de estos ritos, es decir, desubicarlos de su ámbito natural de actuación para ofrecerlos con otros fines más banales o mercantilistas.
Viene esto a cuento porque el Concello de Pontevedra lleva desde hace muchos años, en lo que creemos una errónea política de divulgación y patrocinio de los diferentes Entroidos de Galicia, trayendo cada mes de febrero a nuestra ciudad, y a golpe de talonario, diversas muestras de esta riqueza cultural. Por nuestras calles se han paseado desde los cigarrones de Verín, hasta los volanteiros de Chantada, desde las mázcaras de Manzaneda, hasta el folión de Viano do Bolo
Un caso particular merece la actuación reiterada de las madamas y galanes de la parroquia de San Adrián de Cobres, apenas distante un cuarto de hora de nuestra capital. Si de verdad queremos valorar ese Entroido lo lógico sería desplazarse a Vilaboa, cuando toque.
Porque nosotros entendemos que la misión de la Administración municipal pontevedresa es divulgar y patrocinar nuestro Carnaval, y no el de pueblos ajenos por muy importante que sean esas manifestaciones. Con independencia además de que esa reiterada deslocalización geográfica suponga una banalización de los ritos, empobreciéndolos como mera cultura de espectáculo y consumo lúdico. Lo dicho sin citar además el importe que nos cuesta traer estas manifestaciones para deleite de los señoritos urbanos.
Y ahora imaginen otros ejemplos de deslocalización de fiestas y ceremonias. Los encierros de toros por la calle Michelena, la Macarena en la Peregrina, etc
27.01.2013