José Benito García Iglesias
Benito Soto, psicópata, asesino y… pirata (Parte IV)
Descargados los objetos de mayor valor en Pontevedra, deciden dirigirse al puerto de La Coruña, como buque procedente de Brasil con cargamento de café, sedas y otros tejidos, con el piloto Rodríguez suplantando al capitán Sousa Sarmento y con destino a las islas de Cabo Verde.
En la travesía se suscita en el ánimo de los principales cabecillas temores por la desconfianza que tenían de algunos de a bordo, por lo que Soto decidió eliminar a aquellos individuos cuya presencia juzgaba arriesgada para su seguridad, y así se le dio muerte a Juan el cocinero, al negro Joaquín y al infeliz marinero americano del Topaz a quien perdonaron la vida en un principio.
El 26 de abril, a los ocho días de navegación, entran en el puerto de La Coruña con aspecto de buque desmantelado y maltrecho por el temporal, llevando izada la bandera imperial del Brasil. Dan fondo de las diez a las once de la mañana, presentándose la falúa de sanidad, en ella un personaje que se dice consignatario del bergantín de nombre desconocido, procedente y natural de Pontevedra. Verificase la descarga, siendo admitida, depositada y custodiada en la Real Aduana de La Coruña.
Reparado el bergantín de la fingida avería y descalabro, y terminados todos sus negocios, trataba Benito Soto de verificar la salida cuando el domingo, día 4 de mayo, se presentó a bordo el consignatario manifestándole en sus palabras muestras evidentes de saber la procedencia sospechosa del buque, ya criminal a sus ojos, y lo mucho que importaba dar la vela al momento y abandonar el puerto.
Después de dar vela el bergantín con el aparente destino a Lisboa, anunció Soto que su verdadero objetivo era arribar en la plaza de Gibraltar, para dicho punto dijo llevaba letras de cambio, cuyo valor alcanzaba a veinticinco mil pesos fuertes y que allí daría a cada uno su parte de presa, con lo que además pudiera corresponderles por el producto de la venta del bergantín. A sus confidentes y allegados manifestó que con ese dinero volverían a La Coruña a recibir lo restante del cargamento que ya estaría consumado. Se cree que sus verdaderas intenciones era la de embarrancar en las costas de Berbería, abandonar allí a los portugueses y huir con sus principales cómplices, repartiéndose entre ellos todo el botín.
En la noche del 9 de mayo creen reconocer el faro de Tarifa y Soto ordena dirigir el bergantín hacia la playa donde embarrancaron en la hora de la pleamar. Pero en lugar de la costa solitaria, donde pensaban encontrarse, lo hicieron en la playa de Santa María, en la isla de León, a menos de tres millas de Cádiz. El jefe superior de la provincia marítima dicta providencia para lo prevenido en estos casos por las Ordenanzas de Matrículas. Pasa una comisión de su juzgado a la playa con este objeto, se procede al examen del buque náufrago y tripulantes, y tras su sospechosa apariencia, dan por buena la versión de los piratas y son reputados por inocentes y absueltos, y el buque dado por su origen legítimo y legal.
Durante seis días los piratas camparon a sus anchas por las calles de Cádiz, a pesar de la voz pública que, desde los primeros momentos, señaló a aquel buque y su tripulación de procedencia sospechosa. Cuando las sospechas de que podrían ser unos malhechores tenían más fundamento, despertó el celo y anticipó las indagaciones del Juzgado de Guerra y Extranjería que promovió al instante los comprobantes de aquella sospecha y la prisión de los delincuentes.
Aunque esa tardanza facilitó la fuga de cuatro de los principales criminales, entre ellos el del capitán pirata Benito Soto, quien logró embarcarse en Cádiz, con destino a Gibraltar, el mismo día en que eran detenidos sus compañeros.
Del resto de los piratas juzgados y sentenciados por las autoridades españolas en Cádiz, resultaron las siguientes sentencias:
El 11 de enero de 1830 a las 11.00 h. de la mañana fueron ahorcados en Cádiz:
Francisco Goubin - Joaquín Francisco - Pedro Antonio - Domingo Antonio - Nuño Pereira - Federico Lerendú.
El 12 de enero de 1830 a las 10:00 h. de la mañana fueron ahorcados en Cádiz:
Antonio de Laida - Víctor Saint-Cyr Barbazán - Nicolás Fernández - María Guillermo Teto.
El resto, condenados a diversas penas de presidio:
Manuel Antonio Rodríguez (10 años) - Cayetano Ferreira (8 años) - Manuel José de Freytas (6 años) - José Antonio Silva (6 años) - Antonio Joaquín (6 años) - Joaquín Palabra (Absuelto).
Solamente uno de los piratas que habían huido, José de Santos hombre de confianza de Soto, no fue encontrado y que se sepa no se encontró jamás.
(Continuará… nos quedan las conclusiones)