Juan de Sola
Muchos "peros" para todo
La manifestación de la pobreza no es algo uniforme o lineal que permita activar un protocolo de diagnóstico convencional. Esta es sería una visión de muy escasa perspectiva real.
Ser pobre no significa, necesariamente, carecer de bienes materiales que faciliten unas mejores condiciones de vida. Debemos partir de la base que es algo más. Hay que llegar más lejos.
Afortunadamente, la profesionalización y tecnificación de las Acciones Sociales, Ayuda Humanitaria o Cooperación al Desarrollo han acabado desautorizando la clásica fotografía del imaginario popular sobre un único tipo de pobreza. Los denominados actores sociales han resultado clave para iniciar el trabado camino de la sensibilización y advertir de la necesidad de un compromiso permanente y no aislado.
Ejemplo de ello es que, estos días, se denuncian los continuos recortes que las administraciones públicas osan a aplicar, con descarada impunidad moral, en sus presupuestos anuales. Un objetivo como destinar el 0,7% de los presupuestos públicos a la lucha contra la injusticia social ha pasado a tener un color en blanco y negro, en cuestión de meses. La desdicha ajena ha sido borrada de la agenda política sin pudor alguno.
En los últimos años, satisfacía comprobar una conciencia colectiva zozobrando (en el combate de algo tan inhumano como la pobreza) desde un plano global, multidisciplinar y comprometido. Desgraciadamente, ahora ya asistimos a un mero espejismo empañado por "muchos peros para todo"... Y nos queda muy poco para entonar, con un tono nostálgico, la repulsiva frase: "Tiempos pasados fueron mejores".
La imprescindible empatía ha quedado reducida a una relación de necesidades presentada en un envase muy básico: Comer, beber y vivir. Sin embargo, los tan interiorizados pilares del bienestar (Educación, Sanidad y Servicios Sociales) han pasado a formar parte de una hermética política de solidaridad de recorrido interno.
Las últimas decisiones políticas esquivan con descaro el compartir nuestro modelo y recursos de vida con otros pueblos en vías de desarrollo o asolados por unos insoportables ratios de pobreza. Se hace con intragables excusas cargadas de "peros".
Y, mirando de reojo las actuales cuentas públicas, muy lejos ha quedado aquella idea de establecer un lazo solidario con una comunidad o sociedad, en innegables apuros.
Desde hace unos años. Desde el mismo instante en que estallo la crisis, volvimos a construir muros imaginarios con un celo tan desconocido como lesivo para compartir los recursos que todavía conservamos. "Algo nos debe sobrar cuando seguimos tirando kilos de comida al contenedor".
Pero nuestra vocación y pasión por la solidaridad parece haber escogido el camino de la decadencia, en el plano político. Solo esperemos (y albergamos todavía esperanzas) que el efecto contagio no alcance al contexto social e individual por completo.
24.01.2013