El pedagogo y ensayista J.A. Marina ha propuesto ligar las retribuciones de los profesores a la evaluación del centro en el que trabajen. Argumenta que los profesores malos no deberían de cobrar lo mismo que los buenos. Claro, porque los médicos malos tampoco cobran lo mismo que los buenos, ni los bomberos ni los camareros. Siento haberme precipitado en mis objeciones, pero ya que lo he hecho, valoren esa primera apreciación. A uno le gustaría saber por qué hay una obsesión por enderezar las cosas por la educación si total es un tema en el que los partidos políticos han mostrado una perseverante y decidida voluntad de no alcanzar acuerdo alguno. Ahora va a resultar que los males del sistema se arreglan con una redistribución de los sueldos.
Planteamientos como el que estamos analizando, además de una fría concepción neoliberal de la gestión pública, revelan una rotunda desconfianza en la profesionalidad de los trabajadores de la enseñanza, a los que parecería que solo el incentivo económico puede llevar a una implicación y desempeño que apunten a la excelencia. Es sintomático el hecho de situar en el dinero el epicentro de todas las reformas y convertirlo en panacea de todos los males.
Pues bien, tras más de veinticinco años en el sector, servidor le asegura al señor Marina y a todos los partidarios de su sistema de la zanahoria que no lograrían lo que se pretende. Los profesores comprometidos y entregados lo seguirían siendo y los que no lo son continuarían igual. No es cuestión de subir o bajar los salarios. El trabajador que honra su profesión no lo hace por dinero y quien la deshonra se conduciría de igual manera. Su conducta no sería trastocada por una reducción de honorarios porque no tiene sus raíces en la retribución.
Podríamos hablar además de las consecuencias que esta medida tendría para los centros educativos.
Puesto que no se evaluaría el desempeño individual, el porcentaje de profesorado amante del dolce far niente pronto se desplazaría hacia centros con dinámicas positivas en los que su sueldo no sufriese menoscabo.
El señor Marina ha formulado estas sugerencia en el marco de un Libro blanco de la función del docente, bajo encargo del ministro Méndez de Vigo. Uno está seguro de que en el mismo se recogerán ideas y planteamientos mucho menos frívolos y más atinados.
Ah, que se me olvidaba: supongo que el señor Marina estará de acuerdo en hacer extensible su método a la fijación de los sueldos de los ministros. Porque, siendo justos, tampoco debería cobrar lo mismo un ministro malo que uno bueno. De los senadores ya no vamos a decir nada.