Milagros Bará
Matrimonio a la carta
El heredero del Imperio del Crisantemo, Naruhito, contrajo matrimonio en 1993 después de elegir a su futura mujer entre una serie de mujeres de una lista. La imposibilidad de darle un hijo varón ha sumido a la elegida, Masako Owada, en una profunda depresión, lo que suscitó un encendido debate nacional sobre si su marido debía repudiarla o no.
Pensaba hace unos días lo poco que ha cambiado el concepto social del matrimonio, tal y como lo conocemos hoy, a través de los siglos.
El matrimonio comenzó como un trámite exclusivamente civil, basado en la economía, que se adoptó entre las clases pudientes en la antigua Roma cuya única finalidad era la transmisión patrimonial del padre a los hijos varones reconocidos, de manera que generación tras generación fuera aumentando y no se disgregara. Con el tiempo se instauran los matrimonios forzados, de conveniencia, con el fin de aumentar patrimonios familiares por línea directa del varón. Para eso se inventaron las dotes, para comerciar con las mujeres, que no dejaban de ser un producto sin marca registrada, para labores domésticas, reproductivas y sexuales.
La religión católica, que donde no está deja recado, adoptó el matrimonio según su imagen y semejanza, e incorporó el concepto de culpa, sufrimiento, pecado y lo que es peor aún el "para toda la vida".
Ahora bien, entre los aspectos beneficiosos del matrimonio, investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona han llegado a la conclusión de que las personas casadas tiene mejor salud que las que están solteras. La única ventaja es que el matrimonio le permite al hombre vivir más y mejor gracias a que la mujer está siempre atenta y pendiente, aunque no se podría afirmar que es así y "viceversa". La salud mental de la mujer casada mejora, siempre y cuando no existan diferencias insalvables.
Pero seamos realistas: Una mujer es para un hombre lo que un marciano a una lubina y, de nuevo, viceversa. No hay más que fijarse, sólo un poco, en nuestra fisonomía: Lo que una mujer tiene hacia dentro, el hombre lo tiene hacia fuera. Y para muestra un botón: La socióloga británica Dianne Hales lo tiene claro porque "mientras una mujer utiliza 23.000 palabras al día, los hombres pronuncian sólo la mitad". El hombre tiene una amígdala más grande que la mujer y es ahí donde campan a sus anchas los impulsos sexuales y el control de las emociones . Cuando esta zona se conecta con otras del cerebro funciona de modo opuesto en hombres y mujeres.
Y a saber quién es el "valiente" capaz de definir ese concepto tan abstracto llamado amor, que no deja de ser un estado alterado de la realidad. Un estado de euforia, donde los colores se ven de otra manera, los olores son diferentes y el hombre más feo del mundo se convierte en "bien bonito". Siguiendo con este realismo mágico, la mayoría de los matrimonios fracasan y terminan en divorcio, o se convierten en una agónica y desagradable separación.
Lo que estaría realmente bien, acorde a estos tiempos y a todas estas limitaciones basadas en evidencias científicas, es la figura del matrimonio como contrato temporal, así en vena, sin convenio colectivo ni negociación salarial.
El matrimonio civil de duración determinada, establecido como "en prácticas" renovable año a año hasta tres, "por obra o servicio" a elegir de 3 o 5 y el Premium de 10 o más años. Las renovaciones no automáticas se harían efectivas por escrito y de manera expresa quince días antes de la finalización del contrato. Ahí lo dejo como idea...