Marta Guirado
Muerte y resurrección de un bidón
Exponer es siempre exponerse, exhibir, mostrar, pero ese exhibicionismo está mediado por la obra. El striptease, a fin de cuentas, siguiendo la definición aceptada por la RAE, es un "espectáculo en el que una persona se va desnudando poco a poco, y de una manera insinuante".
A Kike no podemos descubrirlo quedándonos en los ropajes lúgubres de ese personaje que preside sus exposiciones, y al que oportunamente provee de una pala de enterrador. Hay que ir desnudándolo de ese disfraz para encontrar a una persona vital y muy creativa.
El lenguaje que nos encasilla dice que es pintor. Pintor-escultor-arquitecto que remueve entre materiales de desecho y les sobrepone siempre otra cosa sin que eso pueda borrar su historia anterior. La historia incorporada por el tiempo en hierros oxidados, libros olvidados y cajas de embalaje.
El espacio, y también este espacio pictórico, es un proceso que no parte de la nada, sino que incorpora la historia de unos elementos materiales que evocan el paso del tiempo; la historia del propio artista en su experiencia y la historia de las ideas, que ante todo el espectador añade a lo representado. La historia de la cultura, de la antigua y la reciente.
Los informalistas nos enseñaron a apreciar la mancha de humedad, el resto de pinturas perdidas y los desconchones, testigos nunca mudos del paso del tiempo. Mucho antes los niños buscaban formas en las nubes. Era un juego intrascendente hasta que aprendimos a valorarlo.
Pero el informalismo encontró sus límites. No todo puede centrarse en las texturas ni en la composición abstracta, por más que ésta sea el soporte estructural. El artista debe dejar pistas que encaucen en ideas un caudal informe de sensaciones. De una u otra forma tras los experimentos vuelve algún tipo de figuración. Claro que un verdadero creador no puede ignorar lo ya descubierto, y para él esa vuelta nunca es un regreso al pasado.
Al tiempo evocado por los desarticulados libros o los bidones abiertos en canal se superpone el de la historia de la cultura y el que acumula en su experiencia cada autor.
El artista es un taumaturgo que invoca, a través de los espíritus de su pasado, los de quienes contemplan la obra.
Por eso, como dice Ortega, lo imprescindible para un pintor es que lo vean. "Si te ven doscientas personas y te compran tres cuadros, es mucho mejor que si te compran cuatro cuadros y te los ven diez".
La creación de espacios es un proceso en el que la concepción no es nada sin la realización, y ésta tampoco sin que ese espacio sea habitado. El espacio de la obra pictórica se habita contemplándola, cuando los espectadores la viven, cada uno a su manera.
La técnica de Kike Ortega es elemental. Figura y fondo, con pocas concesiones al virtuosismo. Qué mejor virtud que la simplicidad. El contraste entre un fondo (fondo histórico del material base) y lo añadido como figura (fondo cultural del artista) se consigue del modo más sencillo: dos, tres planos expresivos de trazo seguro, sin concesiones a la ambigüedad, son suficientes.
Cualquiera que haya querido expresarse por medio del dibujo descubrirá lo fácil que es pasarse de la raya, sobar, manir. Kike demuestra que lo sabe.
Ese enterrador oscuro que lo encubre disfraza a un artista bien vivo.