Beatriz Suárez-Vence Castro
La vergüenza más grande
José Esquinas es presidente de la FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura). Tiene un currículum impresionante. Sesenta y nueve años. Doctor Ingeniero Agrónomo por la Universidad Politécnica de Madrid con Máster en Horticultura y Doctor en Genética por la Universidad de California en Estados Unidos.
Ha estado en Pontevedra para impartir la conferencia inaugural de un Congreso que reúne en nuestra ciudad a representantes de las 120 escuelas españolas asociadas a la Unesco, Organización de Naciones Unidas para la ciencia y la cultura. Este español internacional del que se habla tan poco porque aquí tenemos la cabeza puesta en otras cosas, nos ha sacado los colores a unos cuantos hablando de lo que sigue siendo una vergüenza monstruosa: 17 millones de personas mueren cada año a causa de la malnutrición y el hambre. 40.000 cada día. No se debe esto ni a la falta de dinero ni a la de alimento porque producimos un 60% más de alimentación que la necesaria pero a pesar de ello la gente se muere por no comer.
Nos cuenta José Esquinas que lo que el mundo gasta en armamento en un solo día equivale al presupuesto que la Organización que él preside tiene para diez años. El derecho más básico del ser humano, el de alimentarse, no se recoge en nuestra Constitución, esa que queremos reformar para cambiar cuestiones que al lado de esta, me da a mí que se quedan bastante pequeñas.
Según este experto, la situación pasaría por la voluntad, tanto política como ciudadana, de potenciar la producción local para que todo el mundo pudiese tener acceso a los productos básicos. Hemos ido hacia atrás en cuanto a la utilización de los recursos naturales comestibles. Tenemos más de 10.0000 especies agrícolas distintas pero hemos ido dejándolas de lado hasta cultivar sólo 150 y hacer que cuatro: arroz, trigo, maíz y patata constituyan la base de la alimentación humana. ¿Por qué sucede esto? Porque nuestra organización política global está más interesada en mantener un mercado de alimentos en el que se pueda especular con la alimentación como producto comercial que en alimentar a quienes pasan hambre. Digamos que invertir en determinados productos no sería rentable para el mercado agroalimentario actual.
Lo que nos viene a contar el presidente de la FAO es que cuando los inversores dejaron de ver el ladrillo como negocio al estallar la burbuja inmobiliaria, lanzaron sus zarpas hacia la agricultura, con lo que un año después se multiplicaron por tres los precios de los alimentos básicos. Todo esto ha sucedido entre los años 2007 y 2008 sin que nadie se preocupe desde entonces de regularizar y controlar tal mercado para erradicar el hambre.
Parece que estas cuestiones no son cosa nuestra, que siempre delegamos en los dirigentes la única responsabilidad de los asuntos importantes y si es cierto que la tienen, también lo es que todos podemos ayudar a que las cosas cambien. En una cosa tan simple como saber llenar con cabeza nuestro carro de la compra, enterándonos de quién produce el alimento y en qué condiciones. También actuar a través de organizaciones no gubernamentales. Concienciándonos de que nuestra actitud ante el consumo, cuenta. Sabiendo que los males del resto del mundo son en definitiva también nuestros propios males. Que todos debemos ir en una misma dirección, más allá de los intereses propios, si de verdad queremos un mundo mejor que el que tenemos.
La conferencia de José Esquinas se integra en los actos que se celebran para conmemorar el próximo 5 de Octubre el día mundial de la Enseñanza y los maestros.
En la educación de las nuevas generaciones están puestas muchas de las esperanzas en que todo sea más justo. Que las aulas de los colegios, por muy modestos que estos sean, se conviertan para los niños en un espacio desde donde puedan mirar al resto del mundo, no en algo cerrado que los aísle y les haga pensar que sólo importa lo que tienen delante. Que los maestros les ayuden a poner su interés siempre un poquito más allá.
No condenemos siempre el consejo antiguo porque a la larga nos damos cuenta de que es sabio. Aquel que tan mal nos parecía cuando de pequeños nuestras madres nos decían "cómete todo lo que tienes en el plato, que otros niños no pueden hacerlo".
Quizás después de todo, no sea tan malo, repetir algunas cosas.