De Dubái al concello

27 de febreiro 2015
Actualizado: 18 de xuño 2024

Si hay un tipo feliz estos días, ese es el alcalde de Pontevedra. Quién le iba a decir a Miguel Fernández Lores cuando llegó a la alcaldía por primera vez que su gestión iba a recibir un premio internacional y que lo iba a recoger en un país árabe, bañado por el oro del petróleo.

Pontevedra ha hecho historia. El mundo ha premiado su actual modelo urbano, ese de aceras anchas, espacios abiertos, más zonas peatonales, menos coches en el centro, de pasos de peatones elevados y de los 30 km por hora en el casco urbano. Ese mismo proyecto que por aquí siguen criticando algunos, parece que cada vez menos, y que ya había recibido otros reconocimientos nacionales e internacionales, aunque de menor calado. En todo caso, enhorabuena porque la realidad está ahí.

Dicen los que acompañaron al alcalde que los árabes y no árabes que conocieron el proyecto de Pontevedra quedaron encantados con el diseño urbano que el ayuntamiento está aplicando desde hace años. No es de extrañar pues que Fernández Lores regrese eufórico de Dubái, con el  premio Onu-Habitat en la maleta, porque además, sin saberlo y sin tener idea de la política democrática de estos lares, los árabes le acaban de dar el principal espaldarazo que necesitaba el alcalde de cara a las próximas elecciones municipales. Lores regresa cargado de energía, y no petrolífera precisamente, para empezar la carrera hacia un nuevo mandato.

Está claro que los demás candidatos a la alcaldía lo tendrán aún más complicado para desbancar al alcalde que acaba de recibir el galardón más importante que ha conseguido la ciudad de Pontevedra en su historia. Sus opositores tendrán que ponerse las pilas para hacer frente a la campaña eufórica que prepara el BNG y conseguir transmitir un proyecto ilusionante que contrarreste tanto premio y que ponga sombras, que tan de moda están últimamente,  a un Lores radiante, que ya se ve imparable hacia su quinto mandato.

Para que no haya dudas, soy defensor del llamado modelo urbano que está impulsando el ayuntamiento. Un diseño que fue cobrando fuerza mandato tras mandato, no sin críticas, con tensiones, con protestas vecinales, e incluso con sonadas meteduras de pata del gobierno local. Lo que nació como ensanchamiento de aceras de Mosquera y con muchas dosis de improvisación, pasó a ser el modelo urbano de Pontevedra, más perfilado y con un enfoque global que no tenía en sus inicios. Estupendo. La ciudad se ha convertido en la envidia de toda Galicia y quien más quien menos, incluso los más críticos del PP, han terminado por exportar este diseño a sus respectivos municipios.

Pontevedra se vende en el mundo y el alcalde presume de estar diseñando "entre todos" una ciudad para los ciudadanos, sin barreras, muy agradable y cómoda para vivir. Y todo eso es cierto. Pero tantas alabanzas son peligrosas. Corremos el riesgo de perder el enfoque real de la situación. Podemos llegar a  tener la mejor ciudad de Galicia para vivir, pero incapaz de asegurar la vida de sus habitantes. Porque el modelo urbano está muy bien; pero es insuficiente. Hace falta ya un modelo económico de la capital y de toda su comarca; un plan bien definido, estructurado y con claros objetivos por los que trabajar.

La crisis ha puesto de manifiesto que Pontevedra no puede apostar todo su futuro a ser una ciudad de funcionarios, comercial y de pequeños negocios, porque cada vez hay menos de todo ello y la mayoría de lo que hay no ofrece ni calidad ni estabilidad de empleo. Un 30% de parados, siendo la capital con más desempleo de Galicia, lo dice todo, y aunque no sea culpa del concello, creo sinceramente que obliga a sus gestores a coger de una vez el toro por los cuernos.

Es hora de sentarse y definir los sectores por los que queremos o podemos apostar para crear empleo de calidad y conseguir que por las hermosas calles y plazas de Pontevedra puedan pasear sus casi 83.000 habitantes con un nivel de vida digno, y no con la cartilla del paro en el bolsillo o con salarios de 500 euros, o incluso muchos de ellos, teniendo que ver este modelo urbano tan premiado desde la emigración a través de internet.

Hace falta con urgencia un plan económico de futuro, consensuado por los partidos políticos y las llamadas fuerzas vivas, y ponerse a trabajar todas las administraciones en la misma dirección para que Pontevedra sea también la envidia económica y no sólo urbanística. La solución no será fácil, pero para eso también están los políticos, no sólo para ensanchar aceras.

Es cierto que ese proyecto debería de partir de aquellas administraciones que tienen competencias supramunicipales; esto es, Diputación, Xunta y Gobierno Central. Las tres que en los últimos años, en manos del PP, han pasado todo lo que han podido de Pontevedra por ser feudo del Bloque. Esa es la grandeza de miras de nuestros políticos.

Es cierto que la crisis no la puede resolver ningún alcalde, sobre todo cuando son otros los que se han empeñado en empobrecer el país a base de recortes para pagar las deudas de los bancos y de las administraciones. Pero también es cierto que  desde el ayuntamiento, que es el último eslabón de esta cadena, no se pueden quedar de brazos cruzados y decir sin más que el desarrollo económico no está en sus competencias, mientras la situación laboral de sus habitantes es cada vez más precaria e incierta.

Hay que liderar el futuro de la capital y de su comarca; nos va la vida en ello. Por eso, espero que los próximos cuatro años llegue por fin el momento del modelo económico de la ciudad, una vez que todo el mundo sabe que peatonalizando y ensanchando aceras somos muy buenos y que nuestro modelo urbano  ha convertido otra vez a Pontevedra "...de las villas, maravilla".