La invitación de la alcadesa Botella a tomar una "relaxing cup of café con leche" en la Plaza Mayor y todo lo demás de aquel discurso en Buenos Aires, viene provocando sonrisas, cuando no carcajadas. Redes sociales y WhatsApp siguen plagadas de ocurrencias derivadas del imaginario nacional a costa del "spanglish" de la esposa de Aznar.
Muy divertido. Pero no deberíamos olvidar que es la cáscara de un asunto cuyo trasfondo amarga.
Circulan cifras pavorosas. Que si 100 millones de gastados en las sucesivas candidaturas frustradas. 500 millones de ya pulidos en infraestructuras deportivas que ahora no hay forma de ocupar.
Y de propina lo que ha costado al erario público el montaje, gestiones, el gurú de alcaldesa (2 millones de euros) y además el viaje de la comitiva encabezada por el heredero de la Corona para rematar en el tercer fracaso de la capital del Estado por ser sede olímpica. A cualquier ciudadano bien intencionado, le duele todo ese dineral.
Y además, ¿para qué? ¿De veras alguien en su sano juicio creyó que Madrid tenia ahora más posibilidades que en anteriores tentativas?
¿De veras pensábamos que Estambul caería derrotada por la turbia democracia de ese país y que Tokio estaba lastrado por la crisis nuclear de Fukushima? ¿Pero es que hemos olvidado que España vive una crisis económica brutal que motiva que nos señalen un dia sí y otro también en el Fondo Monetario Internacional?
Somos pasto de la prensa especializada del mundo que duda de nuestra capacidad de resolución de los problemas, empezando por la sangría del paro. Y que mira de reojo a este presidente nuestro que nunca se sabe si sube ó baja; va ó viene; arre ó so
Sinceramente, con la vergüenza nacional que destilan los escándalos de corrupción política que saltan por doquier, ¿nos podemos creer mejores que los turcos? Sinceramente, con el ejemplo de descontrol que supuso el terrible accidente de Angrois, ocurrido al teóricamente mejor y más seguro de nuestros trenes, ¿nos podemos permitir el lujo de mirar por encima del hombro a los nipones?
En fin. Para terminar, no quiero olvidar otra vergüenza deportiva, nacional y muy pontevedresa que ahora mismo vivimos. Nuestro deportista más laureado en Olimpiadas, David Cal, ha tenido que emigrar a Brasil para preparar Río 2016. Aquí ya se acabó el interés de los políticos de pasarle el brazo por el hombro. Se cerró el grifo de la pasta y el palista de Aldán dejó la ría de Pontevedra para entrenar en un lago de Sao Paulo.
El último flamante Premio Ciudad de Pontevedrano fue siquiera incluido entre los deportistas que aparecían en el video promocional de Madrid 2020 pese a a tener más medallas que ningún otro, y tampoco viajó al paripé de Buenos Aires donde hubo otros ilustres deportistas españoles que fueron olvidados.
¿De verdad se creyeron que ibamos a tener unos Juegos Olímpicos en Madrid?