Ventana indiscreta: Superpapá

19 de marzo 2024
Actualizada: 18 de junio

Amanece en gris al oeste, lluvias amenazando al este, muchos días seguidos de borrascas invitan a quedarse en casa, quizás cocinando un guiso que requiera el máximo tiempo posible o sentado en el sofá con la manta reversible sherpa y franela que me regalaron mis hijas, que para mí significó un antes y un después

Amanece en gris al oeste, lluvias amenazando al este, muchos días seguidos de borrascas invitan a quedarse en casa, quizás cocinando un guiso que requiera el máximo tiempo posible o sentado en el sofá con la manta reversible sherpa y franela que me regalaron mis hijas, que para mí significó un antes y un después. Ellas que siempre me veían como un superpapá ahora certificaban que ya soy un "poquito mayor". Es decir, hicieron lo mismo que cuando mi vecino le regaló a su mujer una crema antiarrugas. Ambos obsequios demuestran que quieres transmitirle algo al receptor.

Decido enfrentarme a las inclemencias del tiempo, cojo mi paraguas antiviento y salgo a la calle a cumplir con los 10.000 pasos que me aconseja el dispositivo llamado inteligente, al que puedes engañar moviendo las manos en reposo. Ya en la calle, un vendaval me desplaza unos metros, consigo agarrarme a una farola, de la que no me suelto hasta que veo a una compañera de trabajo a lo lejos (no vaya a ser que pierda mi status). Disimulo y sigo andando, la saludo: ¡Hola!, menudo día nos espera. Ella asiente, pero aclara que gracias a ello vivimos en el paraíso, redescubres colores y aromas, los ríos, las cascadas y embalses están en todo su esplendor, los pajaritos están supercontentos y no paran de cantar.

Casi me convence, sigo andando por una calle resguardada y cruzo Pontevedra hasta que llego al Puente del Burgo dónde desemboca el río Lérez, el viento cambia cada 10 segundos, me acosa por todos lados y a pesar de que he aprendido a mover el paraguas cuál parapente para contrarrestar, no consigo orientarlo y salgo disparado hacia el agua cayendo al lado de una piragüista que a duras penas consigue remar mientras yo me agarro con fruición a la popa, ella duda entre pegarme con la pala para evitar que la nave vuelque o ejercer de heroína. Opta por lo segundo y, al ver que la gente desde el paseo marítimo le aplaude, sale fuera del agua en medio del fervor y admiración de muchas personas allí presentes. Yo, mojado, asustado ni siquiera le agradezco la gesta. Eso sí, pregunté si alguien había visto mi paraguas.

Al día siguiente la insigne y valerosa piragüista fue recibida por el alcalde que le prometió que sería la próxima pregonera de las fiestas de la Peregrina. A mí, al origen de los hechos, ni siquiera me ha llamado, mientras espero sentado en el sofá arropado en mi manta. <<Lluvia en la luna llena de octubre, siete meses cubre>. Feliz día del padre.