Paseando por el pueblo, observo un melocotonero en todo su esplendor, de pronto se despierta el monstruo de la gula que habita en mí y, reacciono cogiendo la “fruta prohibida”. Para mí, una de las maravillas de la vida es, sin duda, coger sin permiso una pieza, aunque sea insignificante de cualquier producto de huerta ajena y, escabullirme lo más rápido posible. En este caso emprendo la huida, pero los propietarios me persiguen al grito de: “al ladrón”, “al ladrón”. Consigo llegar a un lugar de frondosa vegetación, con un río que atravieso, pisando sobre unos bloques de piedra de baja profundidad que después supe, utilizaban los habitantes de lugar para pasar el ganado.
A la batida se unen varios paisanos que están sentados en un banco improvisado de una zona arbolada. No sé qué hacer, ¿suelto la presa?, ¿me entrego? No hay vuelta atrás, le meto un bocado, doy un giro para perderlos de vista y me sumerjo a través de los arbustos y ramas que se apartan mágicamente hasta que me doy de bruces con una elegante mujer vestida de negro que baila claqué sobre un túmulo funerario. Una mirada fugaz me permite concluir que sí le dejo dar un bocado a la fruta, todo acabaría como la típica historia de amor.
Quedarme en la magia de la felicidad o adentrarme en una encrucijada de caminos dónde se unen varios riachuelos. Opto por seguir el sendero que marca un pedestal sobre una cornisa moldurada que sostiene una cruz de hierro, exhausto sin volver la vista atrás, llega la noche y, me derrumbo en el suelo junto a una familia de setas, boletus, amanitas, russulas, lenguas de vaca. Abro los ojos, alguien parece haber engullido el melocotón, sólo queda el hueso. Quizás ha sido un jabalí o los mirlos que entonan bellas melodías con su firma personal.
Despierto, estoy en el sofá ya en el final de uno de los episodios de la serie, Cien años de soledad. Me está encantando, es una adaptación difícil de la gran novela de García Márquez, pero probablemente me he dejado atrapar por el cansancio del día o por el realismo mágico de una familia en la búsqueda de la felicidad y una nueva vida. Tendrá sus detractores, pero es una producción muy digna (gran fotografía, sonidos, escenarios) y bien ejecutada. Muy aconsejable.