Una realidad silenciosa

11 de febrero 2023
Actualizada: 18 de junio 2024

En el imaginario de cualquiera a lo largo de su vida, se ha albergado la posibilidad de ser policía. Seguro que en la infancia en un formato más de agente urbano y con el paso de los años y la madurez, la singularidad de un aristocrático detective

En el imaginario de cualquiera a lo largo de su vida, se ha albergado la posibilidad de ser policía. Seguro que en la infancia en un formato más de agente urbano y con el paso de los años y la madurez, la singularidad de un aristocrático detective. El tiempo, los acontecimientos o esa posibilidad han llevado a muchos a ser policías locales de forma vocacional en la moderna jungla urbana que es Pontevedra.

Este característico agente que regula el tráfico; presta auxilio; vigila espacios públicos; resuelve conflictos; protege a autoridades, y administra bandos y ordenanzas, dentro de otras funciones, se aleja bastante de ese perfil romántico de novela negra o criminal. Es más bien un tipo de persona más corporativa, que se limita a sus competencias y que hace su horario laboral en aras de la seguridad pública. Una persona formada tanto física como psicológicamente, que se va actualizando según las últimas novedades jurídicas.

Pero como todo lo evidente en este país, hay que catalogar, porque como sociedad nos va muy bien lo de “Divide et Impera” y, siendo realistas, hay policías de primera y de segunda, tanto salarial como competencialmente. Lo que no podemos permitir como ciudad premiada que nos dicen que somos es vivir ajenos a la realidad de las personas que tienen como trabajo el protegernos.

La ciudadanía desconoce que el ochenta por ciento del parque móvil de vehículos de la policía local está en talleres y que en los concursos de movilidad los agentes de Pontevedra son los primeros en pedir el traslado a otro destino. Que tienen impuestas funciones como la del inexistente servicio de recogida de animales o la de notificar a los bomberos su inmediata entrada a trabajar en jornadas de descanso. Tampoco se les respetan los días de asuntos propios y se les avisa con cuarenta y ocho horas de antelación que se les retira su descanso laboral.

No entro a valorar sobre condiciones económicas y derechos, pero sé que de las siete grandes ciudades son los que menos cobran. Su acuerdo regulador es del 2007 y su reglamento del año 1991. Y en estos años no es que los actores hayan cambiado, sino que el escenario es otro.

Hoy como vecinos, conocidos, amigos o familiares de nuestros policías deberíamos hacer una petición al que corresponda. Sentaros y negociar. No por las elecciones, no por los egos o los rencores, sino por Pontevedra, que de estos cien policías depende nuestra seguridad. Porque algunos sabemos que esa pareja que vemos patrullando en el coche no está sola, les acompaña esta realidad silenciosa.