Un vikingo y una madrileña medio gallega en el Museo do Pobo

30 de noviembre 2022

Gustav Henningsen estuvo al frente del Danish Folklore Archives desde principios de los años 60 hasta el 2002. Sus investigaciones sobre la brujería y la Inquisición española lo han convertido en el máximo especialista a nivel mundial junto con sus maestros Julio Caro Baroja, el inglés Evans Pritchard y el americano H.C. Lea. Todo el fondo documental y bibliográfico que Gustav y su esposa Marisa Rey reunieron a lo largo de décadas de estudios, trabajos de campo e investigaciones lo han donado a la Universidad de Navarra -uno de los centros de la investigación internacional-, y una pequeña parte al Museo do Pobo y a la Biblioteca Nacional.

En 1956 una joven estudiante española del City Literary Institute de Londres pasa las vacaciones en un hotel de Helsingör, como si Hamlet estuviera a punto de aparecer por la puerta. En su lugar entra el que ya será Gustavo en muy pocos meses: se casan sin tener “sal para un huevo” y sin dominar uno y otro ni el danés ni el español. Se matricula en clases de lengua y por las noches lee el Romancero de Menéndez Pidal. Y Marisa se aplica a desentrañar el danés ya que asiste a las clases de la universidad, estudia el romancero danés y las canciones populares, y acompaña a Gustav en sus trabajos de campo en búsqueda de supersticiones, asunto que se consideraba el summun de las creencias populares, del cual, más allá -una herencia medieval, por ejemplo- no era esperable en una sociedad considerada ya moderna como la danesa.

Pero en un pueblo marinero de la isla de Aerö lo que encuentran son brujas. Mejor dicho, la creencia en la brujería: una joven esposa no salía de casa con su bebé sin llevar una bolsita de sal y un trozo de pan de centeno debajo del colchón, ya que si se cruzaban con una bruja y miraba a la criatura podría enfermar y morirse. Su tesis doctoral se modificaba a la vez que encontraba nuevos objetivos más ambiciosos. Unas vacaciones de verano en Madrid le permiten conocer a Castillo de Lucas -estudioso de la etnografía- que le facilita la visita a Julio Caro Baroja.

Este le recomienda ir al lugar en donde las tradiciones se conservaban en forma más viva, Galicia. Las raíces gallegas de Marisa les permiten moverse con conocimiento de causa: lo primero que hacen es visitar el santuario del Corpiño en donde presencian cómo exorcizaban a los endemoniados. Allí entablan conversación con un panadero de Ordenes: allá van. Gracias al hijo del panadero -que era maestro- el matrimonio Rey-Henningsen entra en las casas de las aldeas, recopilan entrevistas, graban canciones y hacen fotografías.

En el verano siguiente se aloja en la casa de Carmelo Lisón en Pontevedra y juntos desarrollan trabajo de campo por las aldeas, observando la profundidad del conocimiento de la cultura popular que tenía Lisón y que plasmará posteriormente en su Antropología cultural. Alquila una casa en Ordenes para proseguir sus investigaciones provisto de una enorme grabadora: una copia de las entrevistas fue depositada en el 2009 en el Instituto da Lingua Galega de la USC.

En el Madrid de los años 60 algún pontevedrés ilustre figuraba en la amplia familia política de la madrileña Marisa Rey: el propio director del Museo del Prado, don Francisco Javier Sánchez Cantón; el matrimonio participa de las tertulias que organizaba el ilustre sabio a la vez que se le abren las puertas en Galicia con el conocimiento del polígrafo Filgueira Valverde -alcalde de la ciudad en ese momento- y de García Alén, secretario del Museo de Pontevedra. Por parte de Marisa, que había iniciado la recopilación y estudio de cuentos daneses, le fue de extraordinaria utilidad su propia infancia ya que su madre era orensana y tenía en su casa de Madrid, en donde se crió la familia Rey, a doncellas gallegas que se dedicaban a contar a los niños todos los cuentos de su infancia. La tesis doctoral de Marisa Rey versará sobre los términos comparativos de los cuentos populares gallegos como reflejo de la mentalidad y de las estructuras culturales de la comunidad, de su función socializadora y didáctica.

En 1969 toda la familia abandona Dinamarca y se traslada a España. El maletero del automóvil está ocupado de forma exclusiva por decenas de libros y legajos que al llegar a la frontera son advertidos por la Guardia Civil que, extrañada, preguntaba qué era todo aquello. La mayoría eran legajos de vascos acusados de brujería en el s. XVII sobre los que iba a escribir un libro. Los guardias rieron y les solicitaron que les enviasen un ejemplar cuando estuviera publicado. Con el conocimiento de la brujería del norte de España gracias a las orientaciones iniciales del maestro Caro Baroja, pudo establecer la notoria frontera cultural de la España histórica con la brujería al norte mientras que en el sur desaparecía, donde sólo había habido acusaciones por magia y hechicería, pero ninguna caza de brujas.

El hito fundamental en los estudios sobre brujería en España es el que los investigadores denominan los papeles de Salazar, la documentación que el inquisidor realiza sobre el Auto de Fe de Logroño de 1610, que va a tener dos consecuencias muy importantes: una, que en España dejaran de quemarse brujas unos cien años antes que en el resto de Europa; y otra, siglos más tarde, que Gustav fue el investigador que encuentra todos los legajos
-estaban perdidos desde inicios de siglo cuando se traslada el Archivo de la Inquisición desde Simancas a Madrid, al Archivo Histórico Nacional-. Consiguen recopilar, editarlos y los publica de forma íntegra y por primera vez.

A la entrega de los fondos en octubre de 2021 no pudo asistir el matrimonio por su avanzada edad. Fue Mariah Rey Markvig, hija de ambos, quien los representó en el acto organizado por la prestigiosa revista científica Príncipe de Viana. En el Museo do Pobo tenemos 43 fotografías originales en exposición realizadas por Gustav y Marisa, desde Ribarteme a la recolección del lino.