Un paseo nocturno o hablan los contenedores

11 de febrero 2023
Actualizada: 18 de junio 2024

Había salido a pasear una noche de calor sofocante, en casa con las ventanas abiertas de par en par era imposible conciliar el sueño, decidió por tanto salir a dar una vuelta.

Había salido a pasear una noche de calor sofocante, en casa con las ventanas abiertas de par en par era imposible conciliar el sueño, decidió por tanto salir a dar una vuelta.

Bajó las escaleras, abrió el portal y nada más salir a la calle oyó una voz suave que le decía algo, se paró y escuchó:

"¿Te has fijado que indisciplina y poco civismo hay entre las gentes?"

Volvió a escuchar, pero no vio a nadie, si reparó en una gran cantidad de botellas, unas sueltas y otras metidas en bolsas de plástico que hablaban entre ellas, se acercó y una de ginebra le dijo: "¿qué te parece lo que hacen con nosotras? Nos dejan cerca del contenedor verde pero no se molestan en meternos dentro ¡no hay derecho! Y con el calor que hace."

Nuestra amiga quedó viendo "peces de colores volando" no podía creer lo que estaba oyendo, se frotó los ojos, dio un par de palmaditas a sus oídos y siguió allí, esperando a ver que pasaba.

De repente, una botella de coñac le dijo "¿no quieres hablar con nosotras? Estamos muy cansadas de ver el mal comportamiento de muchas personas". La muchacha pensó: "estoy viendo y oyendo cosas que no pueden ser", sin embargo, como no estaba asustada probó fortuna y le contestó: "Tienes toda la razón, botella, porque ya llevas aquí un montón de días y nadie viene a recogeros", a partir de este punto siguió la conversación como si de seres vivos se tratase, comentaron con gran lucidez la poca consideración que tenían algunas personas, traían sus botellas para reciclar y como el contenedor estaba lleno en vez de volver a casa con ellas las dejaban amontonadas con el consecuente efecto que produce para propios y extraños este aspecto de la ciudad, hasta aquí duró "la conversación" entre la calurosa muchacha y las botellas se despidieron y ella continuó su paseo nocturno, no mucho más lejos, pasó por una papelera que estaba medio llena, la papelera la llamó: "¡eh! para un momento que quiero hablar contigo", le dijo.

"¡Otra vez, no, por favor! ¿Para qué habré salido esta noche?" pero se paró a escucharla.

"¿Ves aquella señora que parece tan fina? Pues antes de que tú llegaras aquí, al pasar, tiró al suelo ese paquete de tabaco que ves a mi lado, hablan de la juventud pero "a la chita callando" los mayores hablan mucho y hacen poco, si estuvieras aquí todo el día verías cosas que ni te pasarían por la cabeza, se dicen limpias pero habría mucho que decir, y no digamos de las que sacuden las alfombras a la calle sin pensar que puede pasar alguien por debajo de su ventana, ¿Para qué tienen las aspiradoras?"

"Tienes mucha razón", dijo nuestra paseante, yo voy a dar un paseo porque hace mucho calor y en la calle se está fresquita, bueno ¡hasta luego! Y se fue.

No había caminado ni cien metros cuando pasó por un contenedor de papel, estaba bastante lleno pero aún cabía más material en él "¡oye, chica! ¿Puedes pararte un momento?" Ella se paró, ya sabía quién iba a hablarle, llevaba la experiencia anterior, se paró delante del contenedor que tenía su gran boca abierta y oyó lo que decía: "¿Puedes ponerme bien la tapa? Es que algunas personas echan sus papeles o cartones y después me dejan con "esta guisa", la boca abierta me producen cansancio y contaminación y así no me puedo concentrar en la lectura de los muchos libros que arrojan dentro de mí, es bueno porque así me instruyo, pero al mismo tiempo me da pena que se tiren libros a los contenedores, hay tanta gente que le gusta leer y no pueden comprarlos, yo voy a proponer a "mis jefes" que hagan un contenedor de libros donde se depositen los que ya no se quieran y allí podrán ir a buscarlos los que quieran leer gratuitamente ¿Qué te parece?"

"A mí me parece una gran idea", respondió nuestra amiga; se despidió del contenedor de papel y siguió su paseo pensando si no tendría que parar otra vez.

Pues sí, tuvo que hacerlo, ya que al pasar delante de cuatro contenedores verdes, colocados en fila, el primero le dijo:

"¡Oye chica! No te acerques a nosotros, alguien sin escrúpulos ha echado desperdicios que huelen fatal, nosotros no podemos más, pero os avisamos para que no tengáis que soportar esto, ¿qué trabajo costará meterlos dentro de bolsas, bien cerradas?"

"¡Gracias!" Le respondió la muchacha y siguió su camino, pensando que si todos contribuyéramos a mantener limpia y cuidada la ciudad todo iría mejor, pero el civismo brilla por su ausencia.