El bullying en la infancia/adolescencia puede tener un gran impacto sobre la salud mental en la edad adulta

11 de enero 2023
Actualizada: 18 de junio 2024

Conductas tales como insultos, amenazas, motes, rechazo e incluso agresiones físicas por parte de pares no es una circunstancia aislada. Cuando tal tipo de experiencia se sufre repetidamente y/o durante prolongados periodos se habla de acoso escolar o bullyingi>. Los estudios sobre el acoso han demostrado que es una circunstancia extremadamente difícil con ramificaciones negativas sobre la salud mental ya no solo en el contexto de su ocurrencia sino también a largo plazo

Conductas tales como insultos, amenazas, motes, rechazo e incluso agresiones físicas por parte de pares no es una circunstancia aislada. Cuando tal tipo de experiencia se sufre repetidamente y/o durante prolongados periodos se habla de acoso escolar o bullying. Los estudios sobre el acoso han demostrado que es una circunstancia extremadamente difícil con ramificaciones negativas sobre la salud mental ya no solo en el contexto de su ocurrencia sino también a largo plazo. Por ejemplo, hay evidencia de que aquellos que han sufrido acoso escolar es más probable que presenten problemas psicológicos como depresión y ansiedad en su vida adulta.

 

El impacto del acoso escolar puede explicarse por el hecho de que supone una amenaza a la necesidad básica de ser aceptado y sentirse integrado en el círculo social. A lo largo de todo el ciclo vital la conexión social positiva es importante para el bienestar, pero durante los años formativos lo podría ser aún más si cabe. Así, no es sorprendente que tenga un impacto no solo en la propia autopercepción o identidad sino también en las relaciones sociales e incluso a nivel neurobiológico. En este último sentido, un hallazgo de enorme trascendencia ha sido que la experiencia de rechazo o dolor social comparte similares vías y estructuras neurales que el dolor físico. Por otra parte, podría concebirse como una clase de estrés tóxico sobre los sistemas neurobiológicos de respuesta al estrés con implicaciones a largo plazo en aspectos como la reactividad psicofisiológica y/o mayor proclividad a sufrir síntomas físicos diversos.

 

Aunque hay evidencia clara sobre la relación entre acoso escolar y problemas emocionales a largo plazo, apenas hay estudios que hayan explorado su posible asociación con los problemas de la personalidad salvo algunos que sugieren su asociación con el denominado trastorno límite de la personalidad.

 

El trabajo fue realizado por grupos pertenecientes al IIS Galicia Sur y al Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela – IDIS. En este estudio, coordinado por el Dr. Roberto Agís-Balboa y cuyo autor principal fue el neuropsicólogo Dr. Rafael Fernández-Martínez, nos preguntamos si, entre pacientes adultos, haber sufrido acoso escolar en la infancia/adolescencia se asocia con rasgos de la personalidad disfuncionales o problemáticos a largo plazo como los que conforman los distintos trastornos de la personalidad reconocidos en las clasificaciones psicopatológicas. Estos rasgos se consideran disfuncionales por comprometer la adaptación y bienestar. Para responder a esta cuestión se formaron dos grupos de pacientes según refirieran o no haber sufrido acoso escolar. A través de un cuestionario y entrevista clínica se comparó la presencia de rasgos disfuncionales de la personalidad diversos en ambos grupos. El principal resultado del estudio publicado en la revista científica International Journal of Translational Medicine (Rafael Fernández-Martínez, Carlos Fernández- Pereira, Daniel Pérez-Rodríguez, Angel Salgado-Barreira, Cesar Veiga García, Sara Teso-Cuesta, Jose María Prieto-González, Jose Manuel Olivares Díez y Roberto Carlos Agís-Balboa. Int. J. Transl. Med. 3(1):12-26, 2023) fue que aquellos con antecedentes en su infancia/adolescencia de acoso escolar era significativamente más probable que cumplieran los criterios que se emplean para el diagnóstico de tres de los trastornos de la personalidad: el evitativo, el depresivo y el paranoide. De modo resumido, estos pacientes tendían a presentar mayores niveles de ansiedad social y anticipaciones de rechazo, una percepción más devaluada de sí mismos, sentimientos de infelicidad crónicos y acusada tendencia a la desconfianza en las relaciones con los demás. Los resultados pueden interpretarse como reflejo del papel del acoso en el inicio de pautas de conducta y actitudes disfuncionales que pueden prolongarse a lo largo de la vida y que comprometen el bienestar.

 

Es importante destacar que por definición las personas que participaron en el estudio sufrían de problemas psicológicos para los que habían buscado atención en salud mental. Las conclusiones, por tanto, no pueden generalizarse a la población general. Es decir, los pacientes con historia de acoso escolar del estudio probablemente habrían tenido una trayectoria problemática a lo largo de su vida en la que hipotéticamente el acoso pudo haber jugado un papel relevante. Sin embargo, es probable que muchas personas que pasan por este tipo de circunstancia tengan trayectorias vitales muy diferentes y que muestren resiliencia frente a esta adversidad. Por otra parte, aunque se conciba como una circunstancia de especial relevancia por lo señalado, no deja de formar parte de un contexto en el que puede haber otras muchas influencias importantes que pueden mediar o moderar su impacto: hay múltiples vías que llevan a puntos finales de adaptación o desadaptación y el impacto del acoso variará dentro del propio contexto junto con otras condiciones.

 

A lo largo de los años ha habido una preocupación creciente por esta problemática con diversas investigaciones que no solo documentan su relevancia para los trastornos psicológicos, sino también centradas en la eficacia de las intervenciones preventivas. No en vano el acoso escolar se considera como una prioridad en las políticas de salud pública y hay evidencia de la eficacia de los programas dirigidos a prevenir este tipo de conductas.

 

 

Trabajo de investigación sobre bullying realizado por Rafael Fernández y Roberto Agístrabajador en el IISGS en el Hospital Álvaro Cunqueiro, y del IDIS en el Hospital Clínico de Santiago de Compostela, respectivamente: https://www.mdpi.com/2673-8937/3/1/2

 

 

Rafael Fernández y Roberto Agís