El arte de la paciencia

03 de marzo 2025

Mientras que para algunos un avistamiento puede ser una vivencia inolvidable, para otros pasará desapercibido. Cada quien vive esta experiencia según su propia visión, ritmo y asombro

Nunca me habría imaginado que la observación de aves se convertiría en una de mis mayores fuentes de calma y bienestar. Con el tiempo descubrí que no solo es una actividad relajante, sino también un modo de cambiar mi relación con el mundo. Puede parecer algo tranquilo, casi pasivo. Pero es mucho más que eso.

Morito común Plegadis falcinellus
Morito común Plegadis falcinellusAida G. G.

La idea se presenta como algo simple: salir al campo, levantar la vista y esperar. Pero va más allá de identificar especies y supone desarrollar una nueva perspectiva. No hace falta un equipo sofisticado; lo esencial es la disposición a observar con detenimiento y el interés. Basta con detenerse un momento para notar detalles que antes pasaban desapercibidos y ser conscientes de que, muchas veces, se escucha antes de ver. Reconocer los sonidos del entorno es clave y, sin darnos cuenta, esa atención transforma nuestra percepción de la naturaleza.

Hay días en los que el paisaje parece inmóvil y apenas hay actividad. Esas jornadas también forman parte del proceso. Aprender a disfrutar del entorno sin expectativas es una lección valiosa que se asimila sin necesidad de palabras.

Además de ser un escape del ritmo acelerado de la vida moderna, el birding me enseñó el arte de la paciencia. Hay que aprender a esperar, a contemplar con atención y aceptar el momento presente tal como es. Ese es uno de los mayores aprendizajes que deja esta afición y que, poco a poco, incorporamos a la vida cotidiana.

No todos van a entender la emoción de descubrir un ave por primera vez, ni por qué te ilusiona avistar a un precioso y pequeño petirrojo decenas de veces. Y eso está bien. Mientras que para algunos un avistamiento puede ser una vivencia inolvidable, para otros pasará desapercibido. Cada quien vive esta experiencia según su propia visión, ritmo y asombro. Lo importante es el vínculo personal que creamos con la naturaleza, aunque no todos lo sientan del mismo modo.

Lo comprobé el día que vi un Morito por primera vez. Allí estaba, recorriendo la orilla con calma, y la emoción me invadió. No es una especie común por aquí, pero más que eso, fue la belleza del instante lo que me conmovió. A mi lado, otro pajarero lo observó sin sorpresa alguna. Tal vez lo había visto muchas veces antes y, para él, ya no era una novedad. Fue cuandoentendí que el verdadero sentido de esta afición no radica en la rareza de un ave, sino en la manera en que cada persona vive y siente cada encuentro.

Desde entonces, me he seguido cruzando con ese Morito, que ha elegido nuestra provincia para pasar el invierno. Y cada vez que me encuentro con él, sigo maravillándome con su presencia, con los reflejos verdes y cobrizos de su plumaje, y con la oportunidad de disfrutarlo una vez más.

Porque esa es mi manera de vivirlo.

Morito común
Morito comúnAida G. G.