En el contexto de la Sociedad de la Información en la que vivimos afirmar que la información es su eje central parece una redundancia. Lo que si es cierto que en este escenario de crisis sanitaria la importancia de la información se ha hecho más evidente y los ciudadanos han comenzado a participar de forma mucho más activa en crear, acceder y compartir información. La COVID-19 y el confinamiento hicieron que tener información sanitaria inmediata y de actualidad así como conocer medidas y restricciones fuera algo cotidiano. La pandemia ha cambiado algunos hábitos de consumo de información. Uno de los aspectos en que han influido es que el ciudadano se ha enfrentado de forma directa a una realidad, esto es, cualquier información no es válida y que una información falsa o errónea puede tener consecuencia directa y negativa en nuestras vidas.
Información es salud en primer lugar porque constituye un elemento imprescindible para interpretar la realidad y planificar nuestras acciones en todos los órdenes de la vida. En tiempos de COVID-19 se ha puesto de relieve que la información sobre temas médicos se traduce en acciones y que un mal uso de la misma puede tener secuelas en nuestra propia salud. En el mes de Abril por ejemplo aparecían noticias de intoxicados por el consumo desinfectantes. Esta situación, como ya se sabe, no estuvo provocada por una noticia falsa sino por la negligencia de un, esperemos, expresidente. Por ello, en nuestros días la información implica estar a salvo.
Antes de la web 2.0 la información sanitaria procedía de fuentes fiables, centros de investigación, organismos e instituciones relacionados con la salud, y de forma directa a través de los médicos y farmacéuticos. La web 2.0 ha supuesto no solo interactividad sino y, algo que implica un cambio radical, el crear contenidos está al alcance de todos. Cada individuo es a su vez consumidor de información y potencialmente creador de información. Cualquier individuo puede, sin necesidad de filtro alguno o de acreditar conocimientos, publicar en internet videos, blogs, sitios webs, fotografías, tweets, comentarios en foros y plataformas. Esto es también sucede con la información sobre salud. Ante ello la responsabilidad es de cada quien.
Para garantizar el buen funcionamiento de esta Sociedad de la información y en beneficio de todos se requiere que cada individuo tenga capacidad de evaluar la información que ha recuperado, en este caso de internet. Pero lo cierto que esa capacidad no está desarrollada. La ausencia de criterios para valorar que es fiable o no se debe a la falta de formación reglada en competencias informacionales. Todo lo relacionado con las tecnologías se promueve y magnifica, ahora con la ola del 5G hay un repunte, alfabetización digital, acceso a las tecnologías, pero poner el foco en las tecnologías es tener una visión reduccionista. Las tecnologías son el medio, no el fin. Los individuos usan, crean y comparten información y la actitud crítica frente a la misma tendría que ser un objetivo a alcanzar.
Todos asistimos a una oleada de fakenews por ejemplo en el periodo de confinamiento domiciliario. Recibiríamos mensajes a través de redes sociales que más tarde eran desmentidos por fuentes acreditadas. Nos llegaron algunos videos que con empaque científico nos intentaban convencer de alguna u otra cuestión que con el tiempo quedaba demostrada su nula o escasa veracidad. No es sencillo determinar, sobre todo en aquello en lo que no somos expertos, que es válido o no. Hay un criterio muy básico que es la fiabilidad del emisor del mensaje como por ejemplo la información sobre la COVID-19, que procede de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Ministerio de Sanidad o del SERGAS. Una fuente de interés a recurrir más allá de la COVID-19 es MedlinesPLus que es un servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, y que contiene información dirigida a pacientes y familiares. Pero cualquier recurso sobre salud debe ser tenido como orientativo porque quien tiene la última palabra es el personal de la salud. Donde se ponga un médico, sobre todo si es bueno, que se quite lo demás.