Traspunte: De cine en Pontevedra

18 de octubre 2020
Actualizada: 18 de junio 2024

El pasado martes 13 se exhibió la película  Little Joea> en el Teatro Principal dentro del ciclo lo que trajo el 2019 organizado por el Cineclub de Pontevedra. Al terminar la proyección me fue imposible cumplir con uno de los mandamientos del cinéfilo, esto es, absorber con paciente devoción hasta el último crédito del filme.  Más bien salí a toda prisa,  quería huir cuanto antes de Little Joe,  aquella planta de laboratorio con olor agradable y promesa de felicidad pero con aspecto de carnívora,  no fuera que su efluvio traspasara la pantalla y me impregnará de gélida alegría.

El pasado martes 13 se exhibió la película Little Joe en el Teatro Principal dentro del ciclo lo que trajo el 2019 organizado por el Cineclub de Pontevedra. Al terminar la proyección me fue imposible cumplir con uno de los mandamientos del cinéfilo, esto es, absorber con paciente devoción hasta el último crédito del filme.  Más bien salí a toda prisa,  quería huir cuanto antes de Little Joe,  aquella planta de laboratorio con olor agradable y promesa de felicidad pero con aspecto de carnívora,  no fuera que su efluvio traspasara la pantalla y me impregnará de gélida alegría. 

En la historia del cine hay diversos filmes de distopías y cada vez más, incluso podrían independizarse, en alianza o no con utopías y ucronías, de la ciencia ficción y constituirse en género propio. Pero lo que inquieta de Little Joe, de la directora austriaca Jessica Hausner,  es que para ser una película estrenada el pasado año guarda inquietantes similitudes con nuestra realidad.  Aquí también hay una “enfermedad” que se contagia a través de las vías respiratorias, que se propaga fácilmente y que obliga a usar mascarillas, al menos en el invernadero donde se cultiva la planta.

En el filme también hay otras coincidencias.  No se conoce las consecuencias que provoca la felicidad aspirada de Little Joe, se ignora cómo se han producido las modificaciones genéticas en la planta, excepto para sus creadores, y…. los responsables del laboratorio tampoco saben cómo actuar ante esta situación. No deja de producir cierto escalofrío la imagen de un cartel que alerta de la obligación debe usar mascarillas y una frase, que es para quemar después de leer, “Cuando todos estemos contagiados dejaremos de usar mascarillas”.

Con mascarillas y, espero y deseo, no contagiados vamos al Principal para disfrutar del séptimo arte. En este desierto de sequía cultural, el poder disfrutar de proyecciones de cine no comercial hace brillar aún más el trabajo del Cineclub de Pontevedra. Creado en 1954 se considera el cineclub decano en Galicia y a diferencia de otros ha mantenido de forma ininterrumpida su actividad en estos más 66 años superando obstáculos de todo tipo.  Por cierto, que en la provincia de Pontevedra hay más cineclubes que en el resto de Galicia, al menos teniendo en cuenta los asociadas a la Federación de cineclubes de Galicia.  

Es cierto que las comparaciones son odiosas pero por veces, necesarias. No comparo para denostar sino para resaltar la vocación cinematográfica de la ciudad de Pontevedra con relación a otras ciudades gallegas.  Con algo más de 80 000 habitantes tiene una oferta de cine reseñable. Además del Cineclub, están, por ejemplos, los ciclos de cine de la Fundación Abanca, la cita de los viernes en la Casa de Campás organizado la Vicerrectorado del Campus de Pontevedra de la Universidade de Vigo. Pero esto era en la anterior normalidad porque la nueva normalidad es distinta y la oferta se ha reducido.

Es precisamente esta escasez en la oferta cultural, en general, y de cine, en particular, lo que me hace valorar aún más el activismo del Cineclub. Así y después de tanto pensar y no hacer, decido ser socia del Cineclub porque asistir a las proyecciones ya no me es suficiente. Las cosas se pueden hacer “por amor al arte” pero la cultura requiere del concurso de nuestro esfuerzo para continuar con proyectos como el del Cineclub. En medio de este lodazal de temor e incertidumbre, el cine es una flor pero no como Little Joe, sino de felicidad verdadera.