Hace unos días alguien me hablaba de que consigo simplificar lo complejo. Que cuando alguien tiene un problema, una duda, o cualquier mal que en ese momento lo esté agobiando, consigo decir en alto todos los posibles pros y contras que pueden razonarse para que la otra persona lo escuche. A mi me ayuda, cuando me atasco, a hablar en alto lo que tengo en la cabeza. A hacer real con algo tan simple como la palabra lo que necesito. Y es que todo es más sencillo cuando las cosas se verbalizan. Las hace reales.
Ya las antiguas civilizaciones decían que los nombres tienen poder. Que si lo dices en alto, invocas terribles males, criaturas o a tu suegra. La propia J.K. Rowling lo hizo patente en toda su saga. Al mal mayor, aquel que todos temían, pasó a ser el «Que No Debe De Ser Nombrado», porque la gente temblaba solo con mencionar al temible Lord Voldemort. Los más pequeños no quieren hablar ni del Coco que vendrá a comerlos, los adultos no queremos saber nada de la injusta Hacienda o en mi casa tenemos una palabra en clave para las odiadas migrañas. Somos tan supersticiosos que llegamos a creer desde lo más profundo de nuestra alma que si decimos algo en alto se hace real.
Lo que nunca pensamos, es que así es la única forma de solucionar los problemas. Si nos los guardamos, si los esquivamos, si giramos la cabeza y hacemos que no los vemos diciendo «si no lo veo, no es real» intentamos proteger nuestra frágil realidad cotidiana en la que vivimos. Si no vemos escenas de guerra, podemos creer que no existe tal cosa. Si no escuchamos sobre el calentamiento global, llegamos a pensar que verdaderamente es una invención. Si nadie dice las palabras adecuadas para ciertas cosas, podemos llegar a confundirnos.
Es un poder muy grande y que todos poseemos. Solo que algunos son más conscientes de ello que otros. Y me refiero a los medios, a los políticos, a aquellos que no les interesa que los demás seamos conscientes de que se nos está manipulando con sinónimos que solo pretenden mentir, edulcorar una realidad que tiene nombre propio y que todos están demasiado asustados para usar.
Muestran solo lo que les interesa que veamos. Hacen reales medias verdades y nos muestran solo un pequeño cacho de una pintura más grande. Utilizan la realidad contra nosotros, para vivir engañados entre sombras como si todavía estuviéramos encerrados en la caverna de Platón.
¿Y qué ocurre si alguien se atreve a salir a la luz? A utilizar las palabras adecuadas, a buscar las imágenes que hacer de la realidad lo que es. Es entonces cuando llega el caos.
¿Qué creer? ¿Cómo buscar? Demasiada información de miles de personas de golpe. Cuando intentas salir del mundo que otros han creado para ti sigues sin saber que es real y que es manipulación.
¿No les parece horrible?
Esto no es Matrix, no son teorías conspiratorias que hablan de que el universo no es más que un holograma. Esto es nuestro mundo real y juegan con él de una forma tan abierta y descabellada que verdaderamente asusta. Es difícil, y hasta algo paranoico, pensar que no te puedes fiar de tu propia sombra, pero después de ver como el fascismo es llamado de otras formas con palabras de seda; la crueldad contra el pueblo justificada con supuestas imágenes heroicas y el olvido premeditado de atrocidades naturales, yo ya no sé en qué creer.
Y no hay mayor miedo que saber que tu propia realidad, es una mentira fabricada por aquellos a los que solo les importa el poder.