Ahora que está de propaganda la red de ciudades que caminan, uno se pregunta hacia dónde camina Pontevedra. ¡Cuál es el futuro que unos gobernantes -que solo saben poner aceras ininterrumpidamente durante 14 años- dejarán al marcharse! En el siglo XXI no sirve echarle las culpas a otras administraciones de todos nuestros males. En el siglo XXI somos nosotros los que debemos labrarnos nuestro futuro.
Gildo Seisdedos, una de las mayores eminencias en todo lo que rodea a las ciudades y su gestión, tiene un libro que a buen seguro que los 12 dedicaciones exclusivas del repartito pontevedrés jamás se han leído. Se titula Cómo gestionar las ciudades del siglo XXI y en él habla de la importancia que tiene para las ciudades adoptar los nuevos modelos de gestión. Dice textualmente uno de sus artículos:
las ciudades compiten entre ellas de manera rabiosa por atraer ciudadanos de talento, visitantes e inversiones. Ya no cabe esperar a que los escalones territoriales superiores (región o estado) hagan este trabajo por mí. Las ciudades son hoy los principales responsables para bien y para mal de su propio desarrollo. Un desarrollo que es, cada vez más, el mejor termómetro de su capacidad de gestión.
Mientras unos se empeñan en vivir del pasado, con tácticas ancestrales de propaganda, esta ciudad se muere lentamente sin que podamos remediarlo. Es lo que durante muchos años desde mi blog he dado en llamar la anestesia loresiana. Pan y Circo para distraer al pueblo de lo realmente necesario: industria y empleo, empleo e industria (como prefieran).
Es impensable que una Capital de Provincia que tiene 3 puertos en un radio de 30 km., dos aeropuertos a 30 min. y forme parte de una eurorregión natural (Eixo Atlántico) que abarca una población superior a las 6,4 millones de habitantes (que traducido supone el 9 por ciento de la Península Ibérica en superficie y el 12% en habitantes, siendo de esta forma la tercera gran área industrial de la península ibérica) no sea capaz de atraer ni la más mínima inversión industrial o empresarial.
Las oportunidades se suceden a diario y Pontevedra nunca está en la mesa de ninguna de ellas. Ikea o la planta de baterías de Litio de Mitsubishi fueron las más sonadas, pero hay un sinfín de pequeñas y medianas empresas que solo necesitaban suelo barato y buenas comunicaciones para poder, al menos, optar por esta ciudad. El último caso que me ha irritado, debido a su magnitud, es el del grupo BorgWarner (antigua Ensa) que lleva desde el año 2005 necesitando terrenos para sus nuevas instalaciones sin que ningún dirigente político pontevedrés se interesase.
Esta compañía estadounidense adquirió Ensa en 2010 y es el líder en la industria de la automoción como proveedor de componentes y piezas para el montaje de los automóviles. Como en Vigo no podían ampliar y Pontevedra no existe en el mundo empresarial, se han ido hasta Viana do Castelo, en Portugal, en donde van a invertir 25 millones de euros para dar empleo a los 550 que ya tienen en Valença y los más de 80 de nueva creación solo en el corto plazo. (De las sinergias que podría aportarle a Treves prefiero no comentar nada).
Siguen sucediendo cosas todos los días. El fenómeno de la deslocalización está revolucionando el mundo empresarial e industrial. Somos puerta de entrada a Europa a través del Atlántico, a un mercado único de 500 millones de habitantes repartidos en 27 países. Tenemos las mejores conexiones y solo necesitamos de unos dirigentes que observen de otra manera. Que se den cuenta que el viejo modelo forma parte del pasado y abran esta ciudad al futuro y a la inversión.