Si la conducción es una ecuación, la velocidad es la incógnita a tener en cuenta

09 de junio 2019
Actualizada: 18 de junio 2024

No hace mucho tiempo en este mismo medio escribí un artículo que titulé "¡Un radar bien vale una vida!" al que algunas personas respondieron y comentaron, (con mejor o peor gusto a la hora de expresarse) coincidiendo en su mayoría, que mi conocimiento al respecto de la conducción era escaso o nulo, que conduzco pésimamente, que seguramente soy funcionaria, que la realidad que yo no veo es que la legislación sobre los límites de velocidad es errónea y, los medios que se utilizan para evitar accidentes además de desacertados e inútiles tienen como finalidad la recaudación 

No hace mucho tiempo en este mismo medio escribí un artículo que titulé "¡Un radar bien vale una vida!" al que algunas personas respondieron y comentaron, (con mejor o peor gusto a la hora de expresarse) coincidiendo en su mayoría, que mi conocimiento al respecto de la conducción era escaso o nulo, que conduzco pésimamente, que seguramente soy funcionaria, que la realidad que yo no veo es que la legislación sobre los límites de velocidad es errónea y, los medios que se utilizan para evitar accidentes además de desacertados e inútiles tienen como finalidad la recaudación. En definitiva que estaba equivocada.

Hoy, además de reafirmarme en aquella opinión que expresé (lamento herir la sensibilidad de mis detractores con la osadía de una vez más expresarme) insisto en que deberíamos también  educarnos como sociedad en responsabilidad sobre nuestros actos y actuaciones. Concienciarnos de que a mayor velocidad, aumenta el riesgo de accidente y que la prevención es, sin lugar a dudas, una forma de evitar los accidentes.

Y como parece ser que si hago referencia a lo que dice la Dirección General de Tráfico (DGT) es un principio de conflicto porque argumentarían muchos que estos Sres. sólo piensan en una cuestión económica y que nuestras vidas les dan igual, voy a recurrir a lo que me enseñaron siendo niña mis mayores, porque esas enseñanzas se basaban en sentido común, respeto, responsabilidad, atención a las normas y,  sobre todo, asumir las consecuencias que desencadenen mis actos.

La pasada semana tuvo lugar en la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra una rueda de prensa a cargo de el jefe de la Guardia Civil de Tráfico de Galicia, el teniente coronel Francisco Javier Molano Martín, el capitán del subsector de Tráfico de la Guardia Civil, Leovigildo Villares, y el brigada Mariano Jiménez, responsable de atestados de Tráfico en Pontevedra, en mi opinión voces más que autorizadas por su experiencia y conocimientos que  afirman su preocupación por el aumento de las infracciones de tráfico por exceso de velocidad y la gravedad de los accidentes que se han producido en los cinco primeros meses del año. Como usuaria de las vías y conductora comparto su inquietud ante estos datos, ya que cuando salgo a la carretera estoy a merced de las imprudencias de otros. Y aunque es innegable que existen accidentes por despistes,  por errores, por circunstancias ajenas a la conducción, etc... y todos podemos sufrirlos, cuando nuestro pie empuja el acelerador hasta el fondo, añadimos una incógnita más a la ecuación, que normalmente se despeja con la asistencia de los servicios de urgencia, atestados y en muchos casos, lamentablemente, con coches fúnebres.

La vida es un bien de inestimable valor, por lo que no puedo entender que haya quien se la juegue en el asfalto. Hay personas que se empeñan en que su razón es absoluta y otros son los equivocados. Quizá  deberían planteárselo como conducir por una vía donde todos van de frente y donde es  más que probable que sean ellas las que van en sentido contrario.

En ese caso lo mejor es echarse al arcén y rectificar la actitud, ya que si persisten en continuar lo único que conseguirán es convertirse en un número de una estadística, o lo que es aún peor, incluir a otros en esa larga lista de la que no querían ser parte. De que servirá entonces saber quién tiene la razón, cuando ya no hay forma de modificar nada y el daño es ya irreparable. Por qué no dar el beneficio de la duda a quienes nos advierten y pensar si esos minutos ganados a contrarreloj compensan el riesgo que suscitan...

Por más vueltas que doy a la cuestión no encuentro más razón que la lógica y, es que la velocidad, agrava los accidentes y que por muchas excusas y razonamientos  que se puedan esgrimir siempre será mejor curarse en salud a tener la razón.