Tras la riada que se ha llevado por delante las ilusiones y la vida de muchos valencianos, nos enfrentamos a otra riada, si cabe, mucho más dañina. Una riada que tendrá un alcance mucho mayor y que nos puede arrasar a todos.
Una riada terrorífica que no tiene compasión con nada. Una riada de muerte y desolación. Una riada mucho más funesta que cualquier catástrofe natural. Me refiero a la riada del populismo y la demagogia sobre la que cabalga la peor de las plagas posibles, el fascismo.
El mundo se ha llenado de blogueros, influencer, pseudo líderes de las redes que se han adueñado de la realidad y la han transformado en un mundo virtual de cartón piedra, donde el bulo y la mentira campan a sus anchas. Curiosamente, la mayoría fachas.
Y es en los momentos en los que la gente lo está pasando mal, cuando las necesidades primarias se imponen y se lucha por lograrlas, cuando esa riada aparece, y prende la mecha de la algarada, aprovechándose del dolor y la desesperación ajenas. Una mecha con la que pretenden atacar el Estado de derecho.
Se presentan en el lugar de la tragedia, conmovidos y preocupados, para convencer a los que están al borde de la desesperación de que son la solución a sus problemas porque el Estado los ha abandonado con un objetivo muy claro, provocar el caos.
Incluso el propio Felipe VI se dio cuenta, y se lo dijo a los que le atosigaban en su visita al lugar de la catástrofe. "No hagáis caso, buscan provocar el caos". Posiblemente la frase más importante que el Rey ha dicho en todo su reinado. Al menos, la más clara.
Quienes quieren provocar el caos son los únicos que pueden sacar algún rédito de él. Son los populistas, los demagogos, los vendedores de humo, los salva patrias de pacotilla, farsantes de tres al cuarto… en definitiva, la calaña con la que nos toca lidiar a estas alturas de siglo, el fascismo, que coge aire en España.
Cuando queramos darnos cuenta, habremos retrocedido ochenta años, y a ver después quien sale a la calle a protestar o a zarandear el coche del presidente como ahora.