20 de octubre 2021

Fíjense si me habré quedado lela con la ocurrencia del botellódromo post pandemia, que en todo este artículo no voy a pedir un carril bici. Cada vez que escribo sobre temática pontevedresa pido un carril bici, igual que Loquillo pedía un camión. Para ser feliz.

Después de la última iniciativa del Concello estoy dispuesta a sacrificar mi felicidad (solo durante un artículo, tampoco soy tan buena persona)

El botellódromo no es cosa nueva. Lleva existiendo desde hace mucho tiempo aquí, en el modelo de ciudad que todos quieren copiar, pero, a ver… ¿no iba la pandemia a enseñarnos mejores hábitos? Hola... ¿Hay alguien?

La iniciativa de los botellódromos apartados del centro, sigue la misma línea de pensamiento práctico que barrer el polvo debajo de la alfombra en montoncitos pequeños para que no abulte mucho. O de sacar a los pobres de las calles para que no se vean y mandarles debajo de un puente. O matar a los perros abandonados. Así, corazón que no ve, corazón que no siente.

Enmendar los problemas con parches siempre ha sido más barato y menos trabajoso que buscar soluciones. Aunque lo de más barato es dudoso porque habilitar una zona para un uso particular – emborracharse en este caso - cuesta dinero.

El disparate alcanza grado estratosférico porque al mismo tiempo, la Concellería de Benestar Social realizará una "intervención" en las zonas de marcha nocturna para prevenir sobre el consumo de sustancias adictivas con dinámicas educativas. Ya les digo yo, sin ser ninguna lumbrera, que después de unas cuantas birras, calimocho y MDMA, atentos, lo que se dice atentos, no van a estar. Dinámicos igual, sí.

El problema es que en España tenemos una visión del alcohol como algo que además de molar mucho, te hace olvidar los problemas, igual que las drogas. Y encima, ayuda a socializar. Es decir que, si eres abstemio, eres un friki y si no estás borracho, no te diviertes.

Pasa en las graduaciones, pasa en las bodas, pasa en las despedidas de soltero y soltera, en todas las reuniones que se les ocurran y hasta en los toros, que es el único sitio donde entiendo que se beba porque la única manera de aguantar esa carnicería es estar borracho.

Por supuesto que no pasa nada por beber en cantidades que nuestro organismo tolere, aunque los expertos dicen que ni eso. Lo que es antinatural es que haya menores al borde del coma etílico todos los fines de semana, niñas vomitando en cualquier esquina, niños que no se acuerdan el domingo de lo que han hecho el sábado. Y eso, la única manera de atajarlo es educando en las casas y si en las casas no se puede, porque no todas las familias son educadoras, por desgracia, la escuela y los servicios públicos y sociales son los que deben actuar.

La actuación no pasa sin embargo por apartar el problema para que no se vea si no por fomentar, por ejemplo que la educación sea lo suficientemente estimulante para que a los jóvenes les apetezca estudiar, que los chicos y chicas sepan interactuar entre ellos sin una copa de por medio, que haya más alternativas de ocio que la bebida, que les enseñen a tener criterio propio para que no hagan simplemente lo que hace todo el mundo; que los gobiernos se apliquen para que el índice de paro juvenil disminuya, para que no haya contratos basura, que puedan estudiar para trabajar en algo que les ilusione sabiendo que tienen futuro.

Que los mensajes que lleguen de los adultos sean coherentes y ejemplificadores. Son jóvenes, no tontos.

Pero claro, hacer buena política, política social, educación formativa en valores, no solo en calificaciones, fomentar el empleo, rebajar el nivel de pobreza para que la familia y la casa sea un lugar agradable en donde los jóvenes puedan hablar de sus problemas en lugar de tener que salir corriendo porque no soportan quedarse, cuesta más. Nos cuesta un esfuerzo a las familias, a los educadores y a las autoridades.

Si el Concello quiere seguir exportando su ciudad modelo, igual debería replantearse lo del botellódromo. No queda bonito, ni aquí, ni en París, ni en Hong Kong (el esfuerzo que estoy haciendo por no hablar del carril bici, no lo saben ustedes)

Rafa Domínguez ha dicho desde la oposición que, como político, médico y padre, el botellódromo le parece una equivocación. La frase, aunque bien intencionada, tampoco es que haya sido muy acertada, porque da la casualidad de que el alcalde Lores también es político, médico y padre y, sin embargo, le ha parecido una iniciativa fantástica.

En mi humilde opinión, la de alguien que no es ni política, ni madre, ni médica no hace falta ser ninguna de las tres cosas para pensar. Llega con tener sentido común y conciencia social. Lo que si soy es cinéfila, sobretodo admiradora del cine clásico, porque creo que refleja muy bien la vida.

Les recomendaría, tanto al alcalde actual como a los aspirantes, que revisaran la maravillosa escena de 'Bienvenido Mr Marshall' en la que el inolvidable Pepe Isbert, saliendo al balcón de la Casa Consistorial, dice esa frase que forma parte de las más recordadas de la historia del cine español: "Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicación". Que se la apliquen o que le dejen el puesto a alguien que sepa de verdad lo que significa ser alcalde.

O que resucite Pepe Isbert, que se manifieste en el Concello y termine con tanta tontería.