El pueblo salvando al pueblo

03 de noviembre 2024
Actualizada: 9:37

Es en días como los que, por desgracia, nos ha tocado vivir siendo testigos de una tragedia de tan grandes dimensiones como la acontecida en Valencia, en los que se presentan, en nuestras mentes, importantes reflexiones sobre nuestros gobernantes y políticos y lo prioritario que se hace una profunda limpieza ya que han demostrado, sin demasiado esfuerzo, todo sea dicho, su incompetencia ante la gestión de un desastre que precisamente es donde deberían demostrar excelencia.

Dicen que en los malos momentos es donde conocerás a los que son tus amigos y, visto lo visto, pocos tenemos entre la clase política que nos "gobierna".

Ya no sólo por la nula capacidad de reacción sino, lo que aún es peor, por el intento de pescar en marea revuelta.

Su propósito es despreciable porque, sobre todo, se hace pasando por encima de las necesidades y la salvaguarda de los ciudadanos que han perdido, en el mejor de los casos, todas sus pertenencias, y en el peor sus vidas de una forma tan dramática que estremece de sólo pensarlo.

Deberían dimitir en masa y desaparecer de nuestra vista ya que han incumplido con unos mínimos que garanticen nuestra seguridad y que justifiquen las increíbles nóminas que ingresan muy por encima, como ha quedado nítido, de sus capacidades. 

Hemos entregado el poder a incompetentes que carecen de conocimientos hasta incluso para contratar a asesores que, por lo visto, también carecen de luces suficientes como para salir del paso.

Lo más alucinante de todo ya no es la toma de decisiones desacertadas y de nulo impacto beneficioso, que también; lo más increíble y desesperante es la falta de empatía que han demostrado ante los micrófonos donde, unos y otros han demostrado no tener un ápice de bondad y comprensión ante miles de personas hundidas por una catástrofe que las lleva a la desesperación, el miedo, la incertidumbre y el dolor. 

Menos mal que todo este desorden y falta de criterio lo palían las miles de personas que, desde su ámbito privado, se han desplazado a los lugares afectados de forma masiva llevando en sus manos áperos simples y bolsas con alimentos que han comprado con ese dinero que les queda después de pagar religiosamente los impuestos con los que las nóminas de sus señorías se ingresen de forma puntual.

Jóvenes y adultos que caminan durante kilómetros con el único fin de ayudar a sus semejantes y buscar un poco de alivio ante tanto dolor. Personas que han dejado su vida a un lado y salen a limpiar las calles donde la tragedia dejó su profunda e inolvidable huella.

Personas cuya única motivación es la de ayudar y que se han organizado para trasladar toneladas de ayuda que otros han donado, sin subvención alguna y desinteresadamente para que a nadie le falte alimentos y productos básicos. 

Ciudadanos de a pie que están colaborando y ofreciendo lo que tienen para que todos esos animales de compañía que han sobrevivido sean recogidos y trasladados a lugares seguros para que en algún momento puedan reencontrarse con sus familias. 

Guardias Civiles, Policías, Bomberos, Ejército... que conocen bien sus funciones y, por encima de su deber, se entregaron desde el primer momento para rescatar y proteger a la ciudadanía aunque, por desgracia, y nuevamente a causa de la nefasta gestión y toma de decisiones de nuestros gobernantes, muy pocos y sin medios suficientes como es habitual ya en su día a día que parece tengan que exprimirse y ponerse en peligro continuamente para poder cumplir su cometido.

Todos ellos ciudadanos salvando a ciudadanos, el pueblo salvando al pueblo.

Ojalá esto no hubiese sucedido nunca, pero sucedió y, ahora que a quedado a la vista lo que tenemos, quizá sea la hora de reflexionar que hacer con esa clase política que vive alejada de la realidad de los ciudadanos, apoltronada en sillones de cuero e incapaces de dar la cara en situaciones extremas que requieren, como mínimo, de humanidad.