Algo va muy mal en nuestro sistema, supuestamente democrático, cuando el voto personal de una concejala es noticia por desmarcarse de su propio partido.
La popular María Biempica se hizo famosa estos días al sorprender a sus propios compañeros e incluso a la oposición del ayuntamiento de Pontevedra votando, con el BNG y el PSOE, en contra de la reforma del aborto que pretenden Gallardón y una parte del PP.
Biempica defiende que los partidos funcionen como un todo, como una voz única, pero considera que hay momentos "históricos" en los que cada uno tiene que echar mano a su conciencia y si es necesario votar en contra de las directrices fijadas desde arriba.
Pues que quieren que les diga, que María hizo muy bien. No sólo por considerar que la reforma del aborto de Gallardón es lamentable, sino por lo que supone de impulso democrático.
Este país, se llame España, se llame Galicia, incluso los Estados Unidos de Europa, si los vemos alguna vez, necesitan un verdadero sistema democrático basado en el voto individual de cada político. Hay que acabar con los rodillos y los intereses, muchas veces obscuros, de los partidos. Ya está bien que toda la tarta se le repartan entre cuatro y que todos los demás, como borregos, aunque fuesen elegidos por el pueblo, se limiten a decir si o no, según les dicten desde arriba, y a vivir del cuento.
Hay que acabar con los políticos calienta asientos, que solo se limitan a hacer bulto, a ser un número, y que levantan la mano sin saber para qué, sólo porque se lo ordena su partido. Para ese trabajo no hacen falta políticos tan bien pagados. Sobrarían incluso todos los parlamentos, desde el Congreso al Senado, pasando por los autonómicos e incluso el europeo. Bastaría el recuento electoral para aplicar matemáticamente el resultado de cada votación. Y eso no puede ser.
Ya es hora de hablar claro. Esto no es un sistema verdaderamente democrático. En teoría es una democracia representativa, pero en la práctica no es más que una dictadura de partidos. Un sistema que además está totalmente desfasado y corrompido y que precisa urgentemente un cambio de rumbo.
Hay que adaptarse a los tiempos. No se sostiene mantener un sistema político decimonónico en el mundo globalizado del siglo XXI, en plena sociedad de Internet y las nuevas tecnologías, donde cada ciudadano tiene por primera vez en la historia la posibilidad de hacer oír su voz a nivel mundial, con un simple click.
Seguro que a estas horas, Ana Botella y compañía están alarmados pensando que se avecina otra Revolución Francesa. Quizás convenga recordar que de aquella revolución francesa surgió el sistema político del que viven actualmente. Visto así, hasta Ana Botella forma parte de un sistema revolucionario. Ya ven que cosas.
Por eso se necesitan muchas María Biempica en todos los partidos, pero no sólo para votar sobre el aborto. Es hora de que los políticos se mojen el culo y empiecen a pensar por sí mismos y a votar en conciencia. Es hora de que la mayoría empiece a ganarse el sueldo. Es hora de que sean por fin todos los militantes de cada partido los que elijan en urna a los candidatos de su partido y que se pueda presentar quien quiera, sin trabas internas ni requisitos inasumibles. Hay que acabar con las designaciones a dedo que sólo crean políticos esclavos y serviles al servicio de la cúpula de cada formación.
Es hora de que los ciudadanos exijamos de una vez todo ello para que la política sea realmente una actividad de servicio público y no el chiringuito de unos cuantos.
Cabe esperar que en este caso no haya sanciones internas para una concejala de provincias que sólo hizo lo que debería ser normal: votar en conciencia. Y por eso yo digo: bien María, pero insuficiente. Hay que ir más allá, por el bien de todos.