Yoya Blanco y Pepa Pardo son dos buenas profesionales del mundo de la abogacía, compañeras de profesión y que, desde la distancia de sus querencias y competencias políticas actuales, estarán igualmente preocupadas del grave deterioro de la Justicia con mayúsculas en España por una variedad de circunstancias que no constituyen el objeto de este comentario. Ambas, tarde o temprano, regresarán de pleno a su profesión.
Yoya y Pepa, además, compartían desde la distancia política, su despacho profesional en la ciudad de Pontevedra, compartían gastos, frustraciones, cañas, pufos, etc…
Pepa ha ascendido a los altares aunque el Senado sea un trofeo impropio de su edad y méritos, y Yoya ha adquirido un protagonismo incuestionable en el Grupo Municipal del PSOE merced a su dedicación absolutamente exclusiva en ayudar a la precaria situación de la economía microempresarial de Pontevedra, dejando a un lado las épocas de aventuras en las que se vio embarcada por algún poco deseable compañero de partido.
En estas estábamos, cuando de repente nos encontramos con unas declaraciones de Yoya en las que refiere que Pepa ha utilizado técnicas de propaganda propias de la época de Goebbels (Ministro de Propaganda del III Reich), en la utilización de un símil o comparación, y que ha sido interpretado por Pepa o inducida por su Partido Político, como un insulto a un miembro de un partido político democrático.
La vida política española actual adolece de muchos defectos y uno de ellos, y de los más graves, es que los aparatos de los partidos y sobre todo los imbéciles que llevan la imagen de los partidos, magnifican las situaciones con tal de obtener algún tipo de rédito político y no permiten imagen alguna de complicidad o acercamiento salvo Navidad, fin de legislatura y el chato de caña del país en el Corpus en el caso de Pontevedra.
En estas estamos cuando algún advenedizo pretende sacar del contexto lingüístico las palabras de Yoya y convertir un símil en una afirmación y de paso enfrentar, porque de eso se trata, a las dos Españas, la de Yoya y la de Pepa, cuando esto es sencillo, se arregla tomando unas cañas y si es necesario las promuevo y las pago yo.
Pero esto sería simple si el problema fueran Yoya o Pepa, pero España se está convirtiendo en una permanente repetición de situaciones similares a las que sin duda están sufriendo Yoya y Pepa y por extensión todos los españoles, enfrentamientos artificiosos para que en el nombre de la política se construyan muros entre la sociedad. Es la España de los que están contra mí, y la de los que están conmigo, sin tener en cuenta que a tipos como yo, dependiendo del día, nos gusta tomar cañas con los dos o con ninguno, pero no por el hecho de cómo piensan, sino porque no me apetece. Mientras, los imbéciles que llevan la imagen de los partidos, se afanan en que la imagen adecuada a sus intereses es la del enfrentamiento (buenos/malos; fascistas/comunistas; alcohólicos/abstemios).
La vida es otra cosa, y Pontevedra merece otro tipo de debates, como por ejemplo donde se tira la mejor cerveza, o donde se come la mejor tortilla, o si es mejor el vino de Rias Baixas del Miño o el del Salnés, enfrentamientos con enjundia, fricción, lo de Pepa y Yoya se debería arreglar, incluso, con una caña de Cruzcampo.
Perdonen el titular, pero si no empiezo así, igual usted ni lo lee.