Antiguamente, el principal medio de orientación para los navegantes cuando el sol se escondía tras el horizonte y no podían ver la ruta de ninguna forma era la estrella polar o estrella del norte. Si perdían el norte, estaban a la deriva, sin saber a dónde ir.
Uno puede pensar que en las oficinas de Pasarón se ha perdido el norte. No juzgaré el retraso el pasado verano sobre la planificación de la temporada o la ilógica salida del entrenador que había conseguido el ansiado ascenso. Me reservo la opinión sobre fichar antes a los jugadores que a un preparador y que la campaña de abonados empezase más tarde que el alumbrado navideño de Vigo y cuando la vuelta al cole ya estaba con las ofertas.
Me guardo el veredicto sobre la rebeldía de Guéye y de cómo la patrona de la embarcación gestionó el cese de un consejero opositor en la asamblea de socios. Pero cuando intentas controlar un motín sobre el buque mediante una rueda de prensa en la que no adoctrinas ilusión y lo único que ejerces es una sobrada apología a tu gobierno, es cuando tu tripulación asume atormentada la deriva y, tras un mercado invernal donde se debilita la plantilla, se juega con los puestos de mando como si fueran figuritas en el barco pirata de Playmobil. En ese momento es cuando la sociedad asume que se ha perdido el norte. Pero en este punto, el club, a una semana del Carnaval, decide crear una grada de animación, con un césped que parecen las dunas de Corrubedo y más bajas que Blockbuster. Uno se resigna a considerar un milagro que el barco no se hunda.
Seguimos navegando sin rumbo, sin velas y sin proyecto. Ahora con Señor en el banquillo no tengo claro si recuperaremos el mote del gol. Lo único que tengo claro es que en este barco lo que ha habido, hay y siempre habrá es afición, aunque el navío se parezca más a uno de esos hidropedales amarillos que alquila por minutos en la playa de Areas el gran Tinaia. Los socios que siempre hemos estado, y los que estamos a pesar de las tormentas, seguiremos navegando al lado del Pontevedra CF.