Aquella excursión, procedente del otro extremo de la Península, acababa de llegar a la Alameda de Pontevedra, como serpiente multicolor, fueron descendiendo del autocar los más variados personajes, tanto en edad como en atuendos.
Unos se fijaron que casualmente habían aparcado frente al Hogar de la Tercera Edad (eufemismo para referirse a las personas mayores), se alegraron pues sería un buen lugar para descansar, antes de la subida, de nuevo, al autobús.
Otros, por el contrario, se pararon a contemplar los bonitos azulejos que adornan la parte baja de la Alameda, son 23, realizados en Triana (Sevilla) sobre cuadros originales de Carlos Sobrino, en ellos se pueden contemplar lugares tan emblemáticos como la Plaza de la Leña pontevedresa y figuras típicamente gallegas o paisajes de la tierra, subieron la escalinata dirigiendo su mirada a la frondosidad del lugar, cuya arboleda proporciona sombra a los paseantes y también, ¿cómo no?, a los numerosos perros que pululan en ella.
Alguien que pasaba les preguntó de dónde eran, del sur respondieron ellos, y esta persona vió el momento apropiado para comentarles que hubo un tiempo en el que Sevilla y Pontevedra eran las ciudades más clasistas de España, llegando al punto de que los paseos en la Alameda estaban divididos en tres partes: uno para las señoritas, otro para las artesanas y otro para las chicas de servicio ¡¡tiempos!!
Fueron formando grupos por apetencia y edades, después de recibir las recomendaciones de la guía que los acompañaba, decidieron visitar la ciudad, aunque sólo disponían de hora y media, preguntaron por los tres edificios emblemáticos que destacan paralelos a la Alameda: la que fue Escuela de Artes y Oficios, que nunca funcionó como tal y después Escuela Normal de Maestras en su parte delantera y Maestros en su parte posterior (Palmeras) nunca juntos chicos y chicas, por orden expresa de su directora, la Srta. Rosón, ¿Quién sería la valiente que paseara con acompañante delante de ella?, los portales de la Calle de la Oliva fueron burladeros, preparados para deshacer las parejas, cuando Dª Josefa irrumpía en el paseo, pasado el peligro, todo volvía a su cauce, y cada uno seguía con la suya.
Observaron nuestros viajeros la Diputación Provincial, con su escalinata majestuosa y su fachada, obra de Alejandro R. Sesmeros, como la mayoría de los edificios relevantes de Pontevedra, un vigués que embelleció nuestra ciudad e hizo posible que sus casas contaran con agua corriente, persona que merecía, más que nadie, que una calle o plaza llevara su nombre y, sólo en 1986, le dedicaron una en el Barrio del Burgo.
Siguieron el paseo, se pararon delante del Instituto, que hoy lleva el nombre de Valle -Inclán, pero que, hasta que se construyó el Sánchez Cantón, fue el único que había en la ciudad, obra de gran elegancia, uno de los edificios más importantes del s. XX realizados en Pontevedra su portada es modernista, la decoración está formada por bandas verticales, con flores que rodean los balaustres, destacando en la parte S. una torre circular destinada a observatorio meteorológico, todo el edificio es de piedra granítica labrada por los canteros de tierra de Montes.
Su inauguración tuvo lugar el 26 de Septiembre de 1927, su primer director fue D. Ramón Sobrino, hermano del autor de los mosaicos (los que habían visto al principio de la visita). Existe una calle con el nombre de los dos. Unos pasos más y se encontraron con las Ruinas de Santo Domingo, les hubiese gustado entrar a visitarlas pero el tiempo disponible no era mucho, pero sí se enteraron de lo que ellas contienen, así supieron que son los restos del convento de los dominicos, fundado en 1281 y que después de pasado varios siglos (finales del XVIII) la nave gótica es sustituida por una nueva neoclásica, que no llega a terminarse, después vendrá la ruina pero la Sociedad Arqueológica, presidida por Don Casto Sampedro, conservará la mayor parte del patrimonio. Hoy es el albergue de los fondos del Museo de Pontevedra (que no podrán visitar por falta de tiempo pero que prometen lo harán en un próximo viaje).
En San Domingos se encontraban los sepulcros de Paio Gómez de Soutomaior, que fuera doncel de Enrique III el Doliente, el cual lo mandó con una embajada al Gran Tamerlán. También la de Tristán de Montenegro, uno de los capitanes más distinguidos de la época, (enemigo de Pedro Madruga) defensor de Pontevedra, hasta dar la vida por ella, consta en un documento de la época que el lugar donde peleó y cayó mortalmente herido fue en la puerta de la Galera, cerca del puente del Burgo.
Sus restos están depositados bajo un arco sepulcral con la inscripción que dice: “Aquí está sepultado el noble caballero Tristán de Montenegro, hijo de Teresa Sánchez de Reino”. Murió de un espingardazo cuando se tomó esta villa al conde de Camiña, don Pedro Álvarez de Sotomayor, su eterno rival, conocido como Pedro Madruga (hoy han sido trasladados, creo que al Museo).
Les queda poco tiempo y no quieren marcharse sin saber qué está ubicado en el otro edificio que divisan un poco más alejado, se trata del Ayuntamiento, la Casa do Concello, obra también de Sesmero (1880) edificado sobre la Bastida Grande, torre de la antigua muralla, según datos de D. Modesto T. Figueiredo toda la obra costó 251.586 pesetas con 12 céntimos, tiene influencia francesa, como lo demuestran los remates de la balaustrada con jarrones, las columnas con capiteles jónico-florido, las grecas y roncallas sobre las ventanas, el doble pórtico superpuesto y el reloj de estilo barroco.
A ambos lados de la puerta principal hay dos poemas en piedra con letras rojas, que dicen así:
Fundote Teucro valiente
de aquesta ría en la orilla
para que el mundo fueses
de Villas la maravilla.
Del Zebedeo la espada
corona tu gentileza
un castillo, puente y mar
el timbre de tu nobleza.
Se refiere a lo que la tradición ha transmitido sobre la fundación de la ciudad por Teucro, héroe griego, el mejor de los arqueros, hijo de Telamón y Hesiode, hermanastro de Ayax, cuando su padre lo expulsa de su tierra por no haber defendido a su hermano, Teucro se embarca, busca nuevas tierras y llega a Galicia donde, supuestamente, fundará Helenes o sea Pontevedra (la Bella Helenes).
Ya han dado la vuelta, casi completa a la Alameda; han aprendido muchas cosas pero las agujas del reloj siguen su camino, antes de apresurarse para coger el autobús, aún hace un alto en el camino para contemplar el monumento a los Héroes de Pontesampaio, obra de Julio González Pola, erigida el 27 de Agosto de 1911 por suscripción popular, a iniciativa del Centro Gallego de Madrid, tiene 8 metros de alto y en él se combinan la presencia de una mujer gallega, simbolizando la Patria y en la cúspide un grupo de guerrilleros acaudillados por el orensano Pablo Morillo poniendo en retirada a los franceses con lo que tenían más a mano, desde aperos de labranza a un cañón rudimentario.
No han podido recorrer la zona monumental porque no disponían de más tiempo, pero se han prometido que la próxima vez será lo primero que irán a ver: Santa María la Mayor (Basílica) la capilla más alta de España (La Peregrina), San Francisco o San Bartolomé y, por supuesto, el Museo, pero eso será otro día, de todas formas van satisfechos del recorrido mañanero, en el que no han podido parar ni siquiera para tomar un café, no importa, les ha gustado el paseo y van con buen sabor de boca.
Los de más edad ya los esperan en el autobús, suben todos y el conductor pone el motor en marcha, sólo resta decir adiós a Pontevedra o mejor ¡Hasta pronto!