Palabras enjauladas: Malditas uvas

05 de enero 2015
Actualizada: 18 de junio 2024

Me cuesta aguantar a mi hermana cuando bebe el cava con la misma fruición que si fuese gaseosa, sin prever el consabido tránsito de su risa floja a la llorera inconsistente media hora después. Se pone borde, claro, pero es mi hermana y con los genes no se juega: se asumen como propios y punto.

Lo de su marido es cosa aparte. Cuando abre la boca mi madre y yo nos miramos un par de segundos a los ojos y nos confirmamos en nuestros peores augurios: el menda es insustancial y fatuo. Lo dejamos hablar sin interrupciones y lo sufrimos sentando cátedra, pero nos vengamos sutilmente poniendo cara de ausencia y con nuestro silencio, sin entrar al trapo de sus doctas pretensiones.

Acepto resignado los langostinos a la plancha como entrante de la cena de fin de año. Acepto, incluso, de segundo, el insulso y descomunal pavo que nos mandan de la aldea nuestros vecinos "os Penurias". Acepto, a regañadientes, eso sí, mandarme un polvorón o una figurita de mazapán de postre. Pero lo que no acepto de gana y sin embargo es tarea a la tengo que proceder obligado es atragantarme con las mal llamadas doce uvas de la suerte. Hay cosas que fastidian pero se asumen por la mansedumbre que allana la tradición.

La sincronización nacional a toque de campana:  el todos a la una, a las dos, a las tres⿦ Las mismas caras, los mismos deseos, la misma pachanga anual. Los manteles empapados de cava, porque es síntoma de alegría; las uvas pasas y las nueces sin tocar: es la costumbre, ya las ponían en casa de los abuelos, si faltasen no sería lo mismo.

Y el inigualable fin de fiesta, el colofón apropiado, el santo y seña por antonomasia: los cohetes y los petardos. Una exposición pública por ver quién es más bestia en este solar de la pólvora y la tauromaquia. Un alarde del temperamento patrio contenido los trescientos sesenta y cuatro días precedentes.

Cuanto mayor sea la resaca mejor lo habremos pasado, aunque no nos acordemos de nada. Bueno, yo sí me acuerdo de todo, pero peor para mí, es mi problema.

 

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