Es el caso de la catástrofe sucedida el día 29 en la Comunidad Valenciana, en la que la ideología política y sus acciones han jugado un importante papel.
El ejemplo más claro es, sin duda, la supresión de la Unidad Valenciana de Emergencias, creada por el gobierno anterior, del socialista Ximo Puig, para contar con un instrumento de coordinación y gestión de carácter operativo ante crisis, catástrofes u otras necesidades públicas en supuestos de grave riesgo. Una idea surgida de la reflexión provocada por la Dana del 2019 que destrozó la comarca de la Vega Baja y los informes que advertían de la peligrosidad que adquirirían estos sucesos en el futuro por causa del cambio climático. Un organismo innecesario para el nuevo gobierno del PP, surgido de su pacto con los negacionistas climáticos de VOX, que no solo alardeó de su eliminación, manifestando que era un gasto superfluo, sino que aumentó el presupuesto para la tauromaquia, sin duda más necesaria a la hora de salvar vidas. Un caso paradigmático del adelgazamiento de los servicios públicos que practica la derecha neoliberal. La misma que luego, cuando vienen mal dadas, abre cuentas para que los ciudadanos, los de siempre, donemos dinero para solucionar su empeño en eliminar lo público, a la vez que rebajan impuestos y cargas impositivas a los grandes tenedores. La misma que consideró a la UME, una de las mejores herencias del gobierno Zapatero, un "capricho faraónico" y "un despilfarro".
Sin embargo, puede que el germen más destacado de este desastre haya que buscarlo más allá en el tiempo, en la época de los pelotazos urbanísticos que nutrían la caja B del PP, en la que se dejó construir sin límites en los cauces de los ríos, en las viejas torrenteras, eliminando en lo posible cualquier regulación urbanística que pusiera freno a un capitalismo especulativo desaforado, hasta el punto de construir unas 314.000 viviendas en zonas de riesgo de inundación, como vienen denunciando los colegios de Ingenieros de caminos y de Geólogos. Una práctica que pretenden retomar, como pone de manifiesto el hecho de que el mismo 29 de octubre, día de la catástrofe, PP y Vox pactaran en las Cortes Valencianas rebajar las limitaciones del anterior gobierno a la construcción en primera línea de playa, de 500 a 200 metros (el PP pretendía que fueran 100).
Por último, estaría la nefasta gestión de la crisis, obviando los avisos de la AEMET (VOX incluye en su programa la eliminación de las agencias metereológicas autonómicas), y dando la alarma cuando la catástrofe ya estaba teniendo lugar, curiosamente a las 20 horas, cuando acababa la jornada laboral, como si no hubieran querido hacer perder dinero a los empresarios.
Todo ello es una muestra de que las decisiones políticas tienen consecuencias, y de que los ciudadanos, cuando efectuamos nuestro derecho al voto, también tenemos una responsabilidad en el modelo político que elegimos, uno que apueste por los servicios públicos y lo colectivo o uno que defienda un mercado libre sin cortapisas y el individualismo. Por desgracia la memoria es frágil y pronto nos olvidamos del desastre de Metrovalencia; del aeropuerto sin aviones de Castellón; del despilfarro de la Radiotelevisión Valenciana; de las tramas Gürtel, Brugal, Terra Mítica, Valmor, Imelsa, Rabassa, Erial, Fitur, Emarsa, Nos, o la Fórmula 1; el hospital de Alzira, arquetipo de la privatización de la sanidad, concebida como un negocio, que hubo que rescatar; entre otros hechos de la política entendida como actividad lucrativa.
Por eso, cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar, como dice el refrán, ya que Galicia bien pudiera reflejarse en el espejo de Valencia, con su apuesta por las empresas contaminantes (Altri), por el monocultivo descontrolado de especies invasoras (eucalipto), por la industria del fuego, frente a medidas de prevención y cuadrillas profesionalizadas bien pagadas; con los sobrecostes del hospital Álvaro Cunqueiro y su modelo privatizador; con su permisiva ley de costas, con su nepotismo en favor de familiares; etc.
Ya lo escribió el reconocido economista Thomas Piketty, es necesario dar la espalda al neoliberalismo y "establecer un sistema económico alternativo, un modelo de desarrollo basado en principios de justicia económica, fiscal y ambiental, un modelo basado en los valores universales de justicia social, de reducción de las desigualdades y de preservación del planeta". No olvidemos que los desafíos ambientales y desigualitarios sólo se pueden resolver juntos, ni que la mayor parte de los afectados por la Dana eran trabajadores de barrios obreros.