En la adaptación teatral de "El Fantasma de la Ópera", Leroux retrata a un personaje misterioso, aterrador y que, durante la búsqueda del amor y la aceptación, es obstaculizado por su oscuro pasado. Un pasado que nos presenta ahora otro capítulo en esta obra maestra equiparable denominada Sanchismo, que, por cierto, ya no sorprende a nadie.
Mientras la opinión pública ponía sus ojos en el deteriorado Grande-Marlaska y sus continuos errores, sabiendo del cesarismo que reina en el PSOE y esa maniática omisión de la autocrítica, nada hacía sospechar que José Luis Ábalos, ex Ministro y ex Secretario de Organización, fuese a convertirse en el blanco de la voluntad del partido de ser borrado como una huella en la arena por las olas del mar. El maloliente caso Koldo, bautizado así por su ex chófer, ese tipo de gente turbia que suele aprovechar su posición y la percepción de impunidad para sacar a relucir comportamientos delictivos. Un guardia jurado que fue portero de un prostíbulo en Iruñea y acabó colocado como consejero de Puertos del Estado y de la Renfe; ahora acusado de un presunto delito por el cobro ilegal de comisiones en la adjudicación de contratos relacionados con la compra de mascarillas.
La clase política de este país, a la que solo puedo desearles como a los actores ¡Mucha mierda!, nos tiene acostumbrados a estos escándalos. Véase el caso del propio Pablo Casado, que denunció a Tomás Díaz Ayuso por intervenir en la compraventa de mascarillas por parte de la Comunidad que preside su hermana. La diferencia crucial en la implicación de Ábalos es que, a pesar de la sobreactuación del Partido Popular, José Luis, que sigue en el Congreso, es una fuente inagotable de secretos, y esto seguramente es lo que tiene a Sánchez angustiado a pesar de los intentos de su coro celestial por embadurnarle de perfume para tapar el hedor; pero lo que está claro es que tenemos cinta para rato, así que pónganse cómodos porque el pasado, como la vida, es cruel y seguramente esto no haya hecho más que empezar.