Madres de ayer y de hoy, distintas maneras de afrontar la maternidad

27 de junio 2016
Actualizada: 18 de junio 2024

Es inevitable que se comparen épocas distintas buscando si lo de antes era mejor o peor que lo de ahora. La maternidad no se libra de esta tendencia natural que siempre genera debates irresolubles.

Según el temperamento de cada persona, seremos más proclives a resaltar las ventajas o las desventajas de nuestra vida actual. Lo cierto es que no hace falta ir muy lejos en el tiempo para encontrar diferencias claras a la hora de afrontar la maternidad.

Si comparamos las madres de hoy con nuestras madres y ya no digamos nuestras abuelas vemos que la maternidad también ha cambiado mucho con el tiempo. ¿Para mejor o para peor? Veamos algunas de las diferencias más evidentes:

•    Antes se era madre más joven. Esto disminuía los riesgos de salud asociados a embarazos en edades más tardías y los problemas de fertilidad o de menopausia precoz por dejar el embarazo para más adelante.

•    Muchas madres no tenían trabajo fuera del hogar. Es algo directamente relacionado con el punto anterior. Ahora las mujeres se incorporan al mercado laboral con mucha más normalidad, lo que supone diferir el momento de fundar una familia.

•    El número de hijos por mujer era mayor. De nuevo es un punto relacionado con los anteriores: las mujeres estaban más años emparejadas durante su edad fértil; era tradicional un número de hijos mayor y el uso de anticonceptivos estaba peor visto por la moral dominante o eran anticonceptivos menos eficaces.

•    El núcleo familiar era más amplio. No solo era mayor el número de hermanos sino que era más habitual tener cerca de los abuelos de ambas familias, a los primos, a los tíos que estuvieran solteros y si la edad lo permitía, incluso a bisabuelos y tío abuelos.

•    Hoy, la presencia de la tecnología es constante. Puede ser para bien (aporta el acceso a mucha información de calidad y al contacto permanente pese a la distancia) o para mal (una fuente de distracciones en la educación de los niños), pero la maternidad actual no puede ignorar el entorno tecnológico en el que crecen los niños. Nuestras madres y abuelas no tuvieron que preocuparse por los riesgos asociados, pero tampoco tuvieron acceso a sus ventajas.

•    La implicación de los padres ha cambiado. Aquí sí parece que ha sido claro un cambio  a mejor. No se trata de que los padres de antes fueran peores, pero venían de una sociedad en la que la crianza de los hijos era una responsabilidad femenina. Ahora, aunque aún se puede mejorar en este apartado, pocos rechazan la responsabilidad igualitaria en la crianza.

•    Había menos embarazos adolescentes. En cambio, en este apartado se ha ido a peor. Sea por cuestiones morales, religiosas o educativas, la precocidad sexual era menor y los embarazos adolescentes menos frecuentes.

•    La presencia de los abuelos era más constante. Ya fuera porque vivían en la misma casa o muy cerca, influían más en la educación de sus nietos. Hoy son de gran ayuda a los padres trabajadores que no pueden pasar todo el tiempo con sus hijos y aportan puntos de vista que los nietos no siempre encuentran en su entorno diario. No obstante es importante que padres y abuelos establecidas reglas acerca de las cosas que los abuelos deben y no deben hacer.

La estructura social, económica y cultural, cambia con el tiempo, por lo que es lógico que incluso algo tan natural y eterno como la maternidad refleje modificaciones. Unas serán para mejor, otras para peor y otras no supondrán mejoría o empeoramiento pero podrán ser preferidas según la personalidad de cada madre.

Lo que nunca cambia es que ser madres es una de las experiencias más importantes y decisivas que podemos vivir; aprovechar las ventajas de nuestra época y reducir sus desventajas es otro desafío más en ese papel de nuestras vidas.