Con el transcurrir de los años la Plaza de la Herrería se convirtió en el icono de distintas generaciones y de la historia de esta ciudad, que es Pontevedra.
De pequeño cuando mi abuela iba a misa de 12 en San Francisco, yo me quedaba en uno de los bancos de esta plaza que de aquella eran de color rojo. Tenía una enfermedad de la piel en los pies y los médicos me decían que era bueno ponerlos al sol, cuando salía mi abuela de misa de San Francisco volvía con ella para casa en la calle Michelena 36, frente a las viviendas de los Marqueses de Riestra y Pío Cabanillas, en la cual transcurrió parte de mi infancia, y en donde de aquella a parte de ser la calle de los bancos, vivían familias muy ilustres que formaron y forman parte de la historia de la ciudad de Teucro.
La Herrería y la Michelena forman un núcleo ensencial en la historia de esta ciudad, en la de mi familia y por lo tanto en la de mi infancia, así como en la de otras familias que aportaron en su momento tanto a la ciudad de Pontevedra, rica en historia y con sus virtudes y defectos de los cuales nadie está a salvo.
El castañero, el mercado de las flores, la Semana Santa, el carnaval y todo tipo de actos que marcaban el devenir de la Herrería y la ciudad así como el de otras plazas menores pero no menos importantes. Comercios los de esta plaza mayor clásicos y de siempre que le dieron un sello muy especial y en donde los pontevedreses con muchas familiaridad con él dependiente efectuaba sus compras y a veces diciendo aquello de: me lo anotas.
Pontevedra impregna un sello muy muy especial, es muy peculiar en todo porque para todo tiene sus fechas con sus consabidas celebraciones, para llegar muchas veces a estas reflexiones no hay mejor cosa que cumplir años y ver todo desde la perspectiva del tiempo.