La pseudología fantástica es el término que se usa para definir el comportamiento de aquella gente que puede vivir en un mundo paralelo que nada tiene que ver con la realidad. Lo que vulgarmente denominaríamos mentiroso compulsivo o, por estos lares, un "falabarato". Una afección que parece instalada en nuestra sociedad como una infame moda que pervierte desde el periodismo a la política. Tenemos ejemplos nada ejemplares todos los días, aunque últimamente quien está destacando por sus mendacidades es un candidato a dirigir el país, lo que resulta más preocupante, hasta el punto de haberse ganado el apelativo de Fakejóo.
Preocupa no sólo que su método discursivo sea la mitomanía, cuyo objetivo no es la verdad, sino alcanzar su propósito, sus intereses, sin tener en cuenta que este mal hábito pueda acabar normalizando una conducta deshonesta en la sociedad, sino que lo haga con tal desparpajo e impudicia, como se pudo ver en la entrevista que le realizó en TVE, Silvia Intxaurrondo, a la que contestó con absoluto despotismo cuando esta le indicó que las afirmaciones que estaba dando eran falsas, llegando a exigirle a la misma que rectificara. Probablemente está demasiado acostumbrado al control férreo de los medios en Galicia, como vienen denunciando los trabajadores de RTVG en tantos "venres negros". Esto llevó a que se tuviera de él una imagen irreal, de buen gestor, que los datos en Galicia desmienten.
Durante el mandato de Feijóo, su gestión económica supuso la demolición de la industria gallega (Barreras, Pescanova, Endesa, Alcoa, Vulcano, Meirama, Ferroatlántica, Reganosa…). Mientras el capital invertía en el Norte de Portugal, Galicia bajaba más de 15 puestos en el ranking de competitividad regional de la UE. Las empresas perdieron 10.000 empleos, el Valor Añadido Bruto cayó más de un 20% y la inversión en innovación tecnológica no llegaba a la media española. La única aportación de Feijóo fue la fracasada gestión con PEMEX, una empresa mexicana salpicada por la corrupción, y la venta empresas consolidadas al capital extranjero (hospital de Vigo, Iberconsa, Cupa, Albo, Povisa…).
Más grave aún fue la desaparición del sistema bancario gallego que pasó de ser mayoritariamente gallego (70%) a apenas un 1% de mercado, y en la que Feijóo jugó un importante papel, apadrinando e impulsando una fusión entre las Caixas (con la excusa de un informe del que nunca se supo), que acabó finiquitándolas y con su venta al grupo venezolano Banesco (con la pérdida de más de 8.000 millones de € de dinero público y la pérdida de 4.000 puestos de trabajo), con lo que más de la mitad de los ahorros de los gallegos pasaron a manos foráneas.
Tras 13 años de gobierno, Feijóo dejó una Galicia más pobre, más endeudada (17,5 % del PIB, multiplicándose la deuda pública por cinco), convertida en un desierto demográfico (70.000 personas menos en la última década, con una media de 13.000 jóvenes que emigran al año. Además tener un hijo es ya un factor de empobrecimiento), con más precariedad laboral (21,1%), con exclusión residencial (el 35% de la población), sin políticas de promoción de energías renovables. Es el resultado de dejar el papel dinamizador de la Xunta en manos de los intereses privados.
El abandono del rural gallego fue continuo, con el cierre de servicios públicos (educativos, sociales, sanitarios…). Entre 2015 y 2020 cerraron más de 2.500 granjas lácteas, que cobraban el precio más bajo de Europa. Entre 2009 y 2016 se perdieron 127.000 hectáreas de superficie agraria útil. La única aportación de Feijóo al campo fue el catastrazo, la reducción de garantías medioambientales, la lasitud normativa para las grandes empresas contaminantes o la plantación de especies invasoras. Políticas de abandono que sólo avivaron más la industria del fuego (que supone un gasto anual de 173 millones de euros).
En educación se cerraron 138 centros públicos y se redujo el presupuesto en 113 millones. Se aumentaron las ratios de alumno por docente, se suprimió el programa PROA, se introdujo el copago para los comedores y se eliminó la gratuidad de los libros de texto del bipartito. En el curso 2021/2022 se recortaron 109 aulas de infantil y primaria (150 docentes menos). Creció el número de conciertos con la enseñanza privada en 140, redujo el presupuesto para becas de 35 a 15,4 millones, y devolvió la financiación a los colegios privados que segregan por sexo.
Por no hablar de los recortes en sanidad (presupuestarios, de personal, de camas…) y la privatización encubierta de esta, que bien conocen todos los que tienen la mala suerte de padecerla; del clientelismo y nepotismo, cuyo mejor ejemplo son la saga Baltar y el clan familiar de los Feijóo; del cierre de los puntos de Información a la mujer rural; de las puertas giratorias entre la Xunta y las empresas relacionadas con esta (Isabel Tocino o Carlos del Álamo, ministra de Medio Ambiente y conselleiro de Medio Ambiente, que adoptaron decisiones que favorecieron a Ence, para acabar en el Consejo de Administración de dicha empresa); o de la gestión del Covid, que demostró la consecuencia de convertir el cuidado de nuestros mayores en un negocio que cotiza en bolsa (el 45% de las muertes en Galicia se produjo en las residencias, pero el 94,3% de estas muertes fueron en residencias privadas, que gestionan el 76,8% de las plazas, gracias al modelo privatizador del PP. Empresas curiosamente vinculadas al PP).
Esta es la verdadera historia de la Galicia menguante gestionada por Feijóo, la realidad que nos quieren negar, el auténtico programa oculto de la derecha, del que no hablan, con la intención de mantenernos en su ficticia Matrix y seguir explotándonos. Ahora nos toca a nosotros escoger entre la pastilla roja o la azul.