Durante siglos, se valoró como virtud humana, psicológica y social, la humildad y la modestia de los seres humanos. Quien tenía esa forma de ser se valoraba y se ponderaba. Pero llevamos ya unas décadas, quizás ya un siglo, en que se ha ido haciendo fuerte en el seno de la sociedad, la cultura y toda la vida social, que la persona que predomina o triunfa o se valora es aquella que muestra y dice tener mucha personalidad, mucha presencia, mucho dandismo, y esto en todos los oficios de la vida...
Hoy, la persona modesta y humilde, aunque tenga en propiedad media España, o sea el mejor cirujano del mundo, o tenga tres Premios Nobel... eso ya no se lleva. Hoy, la competitividad y otros fenómenos psicosociales están llevando a los individuos a que intenten destacar en sus funciones y profesiones. Pero confundimos, y nos confundimos: alguien puede y debe destacar en su vocación, ser el mejor empresario del mundo, pero eso no quita que pueda ser humilde y modesto, incluso, como la mayoría, intentar alejarse de los mass media.
Hoy, en la cultura y Cultura, para eso estamos citando esta frase aplicada a dos grandes escritores de este terruño celtibérico, Serna y Camba, se les achaca este enunciado a ambos. Ciertamente, Gómez de la Serna no era humilde y modesto en sus formas, sus palabras, gestos, vestimentas y demás, pero Julio Camba sí lo era.
Hoy lanzamos una nueva flecha, espada y escudo con esta idea: volvamos a la humildad y la modestia. Que el producto literario que haga un escritor o una escritora tenga la ambición de ser perfecto o de ser una obra maestra, pero que sus gestos, sus palabras, sus formas, su manera de ser y de presentarse en el mundo sean modestos y humildes. Dicen que esto hoy no es posible, que hay que tener la figura del dandy, estar en los medios de comunicación, tener una imagen de marca, ser una marca. Hoy, un escritor, pensador, filósofo, artista, músico... es en muchos sentidos una marca, igual que pueden ser los mil productos que compramos cada día.
Y si no eres y has formado una personalidad de marca, no existes en el mundo de la cultura. De ahí que cientos de autores de artes, de diversas artes que viven en provincias, que no están en los centros culturales geográficos y, por tanto, no tienen acceso a los medios de comunicación nacional, no existen. O solo existen en sus provincias o regiones, pero nunca llegan a las grandes editoriales, ni a las grandes galerías de arte, ni a los grandes museos, ni a los grandes coleccionistas, ni a los grandes medios de comunicación.
Durante siglos se incentivaba que cada persona hiciese lo mejor posible su oficio, legal y moral: ser el mejor médico posible para curar mejor las enfermedades, ser el mejor rey posible para así servir bien a los ciudadanos, ser el mejor escritor para encontrar artilugios de la conciencia humana y así encontrar verdades y bienes que sosieguen a los hombres... pero todo eso, hacerlo y vivirlo con humildad y modestia, no solo de palabras, sino de gestos, de realidades... Al final, todo escritor que sepa algo de literatura sabe cómo van pasando las generaciones, y aquellas voces que tanto destacaban, cuarenta años después, en su mayoría se van nublando y debilitando en la arena del tiempo... Poner nombres sería ingente...
Creo y estimo, en el terreno de la literatura (cada uno ponga su campo, sea profesional, laboral, artístico o vocacional): es legítimo que alguien aspire a hacer obras notables, excelentes, geniales y maestras en la literatura o en el resto de saberes y artes. Y creo que es legítimo que alguien sueñe con que alguna vez le otorguen el Cervantes, le pongan un sillón en la RAE y, de aperitivo, el Nobel de Literatura... Es más, que sea capaz o intente ser capaz de construir una o varias obras literarias que pasen a la bodega de las grandes obras maestras, que perduren durante siglos... Eso lo puedo entender, comprender y estar de acuerdo –siempre que no se crea que lo va a alcanzar, sino que lo intente, igual que el panadero debe hacer el mejor pan posible, el poeta debe intentar hacer el mejor verso posible–.
Pero creo que, al mismo tiempo, el mayor genio científico, el mayor genio de la teología, el mayor genio de la literatura, el mayor genio de la economía debe ser y mostrarse, ser por dentro y mostrarse por dentro y por fuera, humilde y modesto. Ser humilde y modesto porque, como dicen en los "triunfos" de los generales en la procesión de Roma por sus victorias, un esclavo le decía –no olvidemos, un esclavo le decía–: "No olvides que eres mortal".
¡No, no olvides que eres mortal...! ¡No olvido que soy mortal...!
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