Hasta donde habremos llegado...

26 de marzo 2018
Actualizada: 18 de junio 2024

No hay muestra más fidedigna de lo vergonzosa que está siendo la temporada del Pontevedra CF que los elogios que se han vertido hacia el mediocre y desesperante juego que el equipo volvió a desempeñar en el campo del Fabril Deportivo. En el fondo es normal.

No hay muestra más fidedigna de lo vergonzosa que está siendo la temporada del Pontevedra CF que los elogios que se han vertido hacia el mediocre y desesperante juego que el equipo volvió a desempeñar en el campo del Fabril Deportivo. En el fondo es normal.

Han sido tantos los ridículos, tantos los esperpentos indignos que esta campaña hemos tenido que soportar, que ver al equipo jugar una primera parte correcta y más o menos seria el pasado Sábado nos parece ya algo digno de reseñar e incluso de destacar.

Lo cierto, no obstante, es que el Pontevedra volvió a ser un conjunto completamente romo en ataque que disfrutó tan solo de una clara ocasión dilapidada por Marcos Alvarez en el minuto 3 de encuentro y que no volvió a aparecer con peligro real ante la portería rival hasta el minuto 89 en una acción aislada mandada al limbo incomprensiblemente por Adrián Mouriño.

¿Qué a lo largo de la primera mitad se contuvo en defensa a un Fabril por otra parte no demasiado agobiado sabedor de que su rival acabaría por equivocarse más pronto que tarde?. Pues sí. ¿Qué no se fue inferior? También. ¿Qué eso justifica una nueva segunda parte intolerable, humillante y más propia de un equipo ya sentenciado que de otro rebelde ante sus circunstancias y con ganas de evitar el desastre? Por supuesto que no.

El Pontevedra fue tras el descanso y particularmente tras encajar el gol en los primeros minutos del segundo tiempo una auténtica caricatura de equipo, una especie de "banda" en la que daba verdadera vergüenza observar como un par de juveniles sin experiencia y con muchas limitaciones achicaban agua por todas partes a base de continuas carreras mientras que los consagrados (sorprendentemente rehabilitados algunos de ellos para la causa en otro "bandazo" inexplicable del cuerpo técnico) pululaban por el césped como noqueados por el tanto deportivista e incapaces de justificar una vez más el privilegio de portar la camiseta granate.

Y a esa sensación de pérdida total de rumbo del equipo en la segunda mitad que ya se pudo apreciar desgraciadamente frente a la Ponferradina se unió un cuerpo técnico cada vez más desnortado, confuso y con menos capacidad de reacción.

Esa confusión de Luismi no sólo se manifiesta en los cambios de timón contradictorios que en estas dos últimas semanas ha experimentado con respecto a dos o tres jugadores (o están por la labor o no lo están pero lo que está claro es que si lo están lo estarán siempre o nunca) sino también por su nula capacidad de reacción enseñada el Sábado en A Coruña.

Resulta absolutamente incomprensible que encajando el gol en el 55 no se efectúe el primer cambio hasta más de un cuarto de hora después y por obligación debido a los problemas físicos de Kevin. Y más espeluznante resulta que los dos últimos cambios no se produzcan hasta el minuto 81 cuando el Pontevedra ya se manejaba a esas alturas más como un boxeador noqueado que como un competidor digno.

 Uno de los descensos más humillantes (quizá el que más) de la historia de esta institución es solo cuestión de unas semanas

Si a estas alturas de competición Prosi o Añón están para competir 81 minutos y Alex González 9 y Alex Fernández 0 es que el único loco es el que esto escribe y el resto es el que está amparado por la cordura.

Que todos nuestros rivales a excepción de la Segoviana hayan ganado sus partidos (alguno de forma totalmente inesperada) no hace sino aumentar la sensación de que la "cosa" no tiene remedio y que uno de los descensos más humillantes (quizá el que más) de la historia de esta institución es solo cuestión de unas semanas.

Y ello no precisamente por esas victorias de los otros equipos sino por la penosa y lamentable singladura de nuestro Pontevedra CF que provoca que sea de auténtica ciencia ficción creer en la posibilidad de obtener la victoria en cinco de los siete encuentros restantes. Eso sí. Que nadie se preocupe. Que nadie se altere. Que nadie se disguste. Que nadie ose venirse abajo. ¿La razón? SOMOS FINALISTAS DE LA COPA GARRAF… COPA FEDERACION

Estamos ante la oportunidad histórica de lograr nuestra segunda "orejona" (¿CÓMO?, ¿no se acuerdan de que ya tenemos una?) que vendría acompañada de unos suculentos 90. 000 € que le servirán al Consejo de Administración (al que supongo emocionado y sin dormir ante la final con el Onteniente) entre otros menesteres para pagar los bocadillos del año que viene en los desplazamientos a jugar contra el Silva, el Villalbés, el Choco y quien sabe si contra el mítico Bande.

Como primer paso para preparar esta final histórica, el partido de Liga frente al Talavera se jugará el próximo Jueves Santo. Hay que descansar y mucho para afrontar el trascendental partido de ida y que menos que seis días para concentrarse y poner los cinco sentidos en esta cita que empalidece sin duda alguna el resto del palmarés acumulado por el club.

¿El Jueves? Pues nada. Si se gana bien y si no, no pasa nada. ¿Cree alguno de ustedes que si de verdad importara no se hubiera aceptado la dimisión del anterior técnico precisamente en Talavera, día en el que acusó a sus jugadores de falta de ganas y se declaró sin fuerzas para seguir? ¿Cree que si de verdad importara no se hubiera traído un entrenador que tratara de poner orden de verdad en ese vestuario y aportar sus conocimientos o por lo menos no se hubiera revestido de autoridad al técnico actual con un acto de presentación oficial en el club como Dios manda? ¿Cree que si de verdad importara no se hubiera completado un mercado de invierno a la altura de esta institución y no el disparate que realmente se efectuó?

Lo siento. Pero me imagino a gente celebrando dentro de dos semanas en Pasarón la consecución de este título cuando el descenso es posible que ya sea incluso virtual y no puedo sino volver a preguntarme hasta adónde habremos llegado para que la imagen y la exigencia de este Pontevedra pueda caer a límites tan lastimosamente bajos.