Copio unas cuantas: Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los estados de alarma, excepción y sitio; Ley Orgánica 5/2005, de 17 de noviembre, de la Defensa Nacional; Ley 17/2015, de 9 de julio, del Sistema Nacional de Protección Civil; Alertas de Protección Civil de nivel 1, 2 y 3; y Plan Nacional de Predicción y Vigilancia de Fenómenos Meteorológicos Adversos. Todo esto -y mucho más que ha de haber- es el aparato legislativo enorme que ocupa los Estantes de la Burocracia con cientos y miles de páginas todas ellas refrendadas por sellos y firmas oficiales a través de sesiones del parlamento nacional, del parlamento regional y de los múltiples plenos municipales. A lo largo de los años se van sobreponiendo unos a otros hasta alcanzar el grado cero burocrático de la partitocracia en la que ha acabado todo ese papel con el fin de liquidar cualquier atisbo de gestión operativa: las montañas de papel timbrado a nada obligan. Levantamos la vista y lo que se ve es una estructura de pesadilla -diecisiete tarjetas sanitarias, diecisiete sistemas educativos, varios sistemas informáticos en la Administración de Justicia, competencias como fronteras entre comunidades...- con la más alta cumbre alcanzada en la provincia de Valencia, otoño de 2024, para recuerdo y tristeza de todos. No tenían ni la previsión de un aviso: si en los pueblos altos descarga la lluvia sin medida > aviso por toda la cuenca del barranco que baja terrible el agua: impresionante... esa impunidad absoluta con la que se mueven todos ellos, a la cárcel.
A la industria política le encantan las leyes sobre la libre actividad: produce normas, controles y fiscalizaciones para un único y último objetivo como es el dinero y la obediencia, mientras la resolución clara y determinante de los problemas ya ha pasado a la historia. A modo de ejemplo podemos elegir cualquier asunto relevante, ¿vivienda? Como decían los viejos del lugar: ¡no sé a dónde vamos a ir a parar!, pues este Estado fabuloso que tenemos no le garantiza a una familia que no se pueda quedar sin su casa; ¿vulnerable?: ¡me quedo en tu casa! ¡largo! ¡okupada! A mi parecer, el proyecto socialista, nacionalista y comunista más determinante para socavar una sociedad democrática: tu propiedad no existe; basura garantizada por ese Estado democrático y de Derecho que figura en el dintel.
Con la vivienda no sé a dónde vamos a ir a parar porque no hay vivienda construida, no ya suficiente, sino 4 ó 5 veces menos que el número de hogares que se constituyen anualmente: ni en 20 años estaremos al nivel; el primer ladrillo que hay que poner en el asunto es la dotación de suelo urbanizable, cuestión sobre la que caen como chuzos de punta tal feixe de leyes y ordenamientos que no hay ayuntamiento que promueva suelo en abundancia, nunca; ¿cuánto suelo ha puesto el ayuntamiento de Pontevedra en el mercado en los últimos años? ¿Cuál es la causa profunda de que no lo hagan?: la legislación abocada al socialismo patrio del suelo intervenido. Y al poco suelo que se pone en el mercado para que los operadores puedan construir, sobre la actividad que desarrollan se desencadena otro tanto de intervención legal al que cada año se incorporan nuevas ocurrencias políticas, tales que el presidente de una de las mayores empresas que se dedican a la construcción inmobiliaria declaró que abandonaban la actividad en España, por inseguridad jurídica, por el nivel de intervención, por la acumulación irracional de normas administrativas que hacen imposible un desempeño normal de la actividad.
En todo aquello que la ciudadanía considera fundamental una sinrazón la recorre; si la población muestra una pirámide invertida que muestra a las claras que el Estado tiene que ajustar lo que ingresa y lo que paga en relación con las pensiones, y que las nuevas generaciones ven con claridad meridiana que tendrán que complementar su retiro con planes de jubilación por su cuenta, esta Burocracia Política de inmediato se dedica a perseguir el ahorro privado: sus ahorros son penalizados, escudriñados, con el fin de que no obtengan ventaja alguna en el mercado y que paguen desde el primer minuto su osadía, que no es nada más que otra pantomima socialista y comunista para atacar tu propiedad.
El bienestar de la industria política a lo largo de todo el abanico institucional descansa sobre las espaldas de la libertad y propiedad de los ciudadanos, Bienestar del Estado del que vemos otro ejemplo: por la provincia de Valencia no sé cuántos representantes de la Administración habrá, ¿doscientos? Fijémonos en el grado de atención que supone tal cúmulo de industria política: veamos qué sucede sobre la entidad administrativa provincia, Pontevedra:
elecciones generales: 7 diputados, senadores, 4;
autonómicas: 22 diputados;
elecciones locales: votamos para la elección de alcaldes y a continuación son designados -no elegidos- 27 miembros de una institución -no elegida- como es la Diputación provincial.
Junta de Galicia: un delegado de la Junta en cada provincia + Ferrol;
Junta de Galicia: un delegado territorial por provincia + Vigo, 12 Consellerías;
Administración General del Estado: un subdelegado del Gobierno.
Tenemos diputados, senadores, delegados provinciales, delegados territoriales... unos 74 cargos que cuidan las cuitas de toda la ciudadanía provincial: ¿qué hacen? ¿cómo se reparten la empanada de competencias, cómo las separan, cuántos se dedican a lo mismo?, ¿cómo atienden las necesidades que tiene en conjunto la provincia?, ¿cómo deciden las inversiones globales de la provincia?... en una organización fiable y operativa -una empresa, una unidad militar- jamás se produce esta película de terror.
En la anterior legislatura la Xunta ha promulgado 37 Leyes, y en lo que va de ejercicio ha promulgado 2 Leyes, 8 Órdenes, 29 Decretos y 2 Resoluciones; la Diputación provincial nos anuncia que tiene Normativa Consolidada con 10 Reglamentos, 13 Ordenanzas más la Actualización Continua de las Ordenanzas Fiscales; anuncia la Diputación también una Normativa en Tramitación que ya no quiero ni ver. ¿Y en Valencia hasta dónde llega el nivel? Miles de páginas que no valen para nada y decenas de representantes por la provincia que no valen para nada, incapaces de dar una alarma. ¡Pero les estamos pagando estrictamente para eso! (Ahora les pasa por encima a estos funcionarios, diputados y alcaldes de sí mismos la hondura del toque de campana de sus parroquias: el gong para que se vayan para su casa, todos). Solamente podemos decir una palabra sin aliento: ¡apoteósico! La apotheösis es la concesión de la dignidad de los dioses a los héroes y aquí la ciudadanía hemos entregado el alma a una Hydra, un monstruo de múltiples cabezas para el que necesitamos convertirnos en Heracles: cada vez que cortaba una cabeza dos más surgían de nuevo. Como el dinero, cargos, funcionarios y decretos-leyes de la Industria Política.