Gracias, familia Strauss

03 de enero 2025

Tras la Nochebuena y el día de Fin de Año, donde la ansiedad y la tristeza me invaden, por fin llega el día de Año Nuevo.

Mi estado de ánimo no cambia porque el calendario pase página dando comienzo a un nuevo año natural, pero me trae la sorpresa que llevo esperando trescientos sesenta y cinco días, y que me alivia la mente.

Se trata del concierto de Año Nuevo que se celebra en el Musikverein, el centro de música clásica para los amantes de la música en Viena.

Desde hace años, este acontecimiento, en el que las polcas y los valses de la familia Strauss suenan de forma magistral, logra conmigo lo que consigue la química. Mi tristeza, mi ansiedad y mi estrés se aplacan, al menos, durante las dos horas que dura el concierto. Son la medicina que mi mente necesita, pautada por los miembros de la familia Strauss y aplicada por la maravillosa interpretación de la Orquesta Filarmónica de Viena.

Lo que la familia Strauss ha hecho juntando notas en un pentagrama, es de lo más bello que cualquiera puede dedicar a sus oídos. Son golosinas musicales interpretadas por una de las mejores orquestas del mundo, bajo la soberbia y pausada dirección del napolitano Ricardo Muti, que volvió por séptima vez al podio de este templo de la música. Y todo ello, aderezado por una realización audiovisual extraordinaria a cargo de los profesionales de la ORF.

Primero, suena Te Deum, la sintonía de la Unión Europea de Radiodifusión, aquella que sonaba cuando era niño para conectar con algún acontecimiento importante que tenía lugar en Europa, la primera imagen es la del Musikverein, un precioso edificio del siglo XIX, las cámaras se centran entonces en la magnífica Sala Dorada, perfectamente decorada por los jardineros de la ciudad, sin duda, a la altura de los propios músicos de la Filarmónica.

Los jardineros vieneses eligen y colocan una a una las rosas, anturios, claveles y amarilis con un gusto exquisito, otorgando al encanto de la sala de conciertos más famosa de Viena una belleza aún mayor si cabe.

Solo falta la música, el momento en el que los Strauss reviven ente violines y timbales. Pero el momento culminante llega cuando se interpreta La bayadera, una polca de Johann Strauss hijo, seguida por el vals más famoso, Junto al hermoso Danubio azul, de Johann Strauss hijo, y la Marcha Radetzky, de su padre.

Los sentimientos afloran, el cuerpo se relaja y la ansiedad se queda arrinconada, quizás absorta por la belleza de las notas que emanan de la orquesta. Es un momento breve, demasiado, pero intenso, mucho. A la alegría de la polca y la suavidad del vals, le sigue la energía de la marcha, entonces el cuerpo se despierta y la vida pide paso. La música es para pensar, para soñar, para vivir.

Y de nuevo, a esperar otro año hasta que se levante otra vez el telón en la hermosa Sala Dorada de Viena. Mientras sueño con asistir a una de esas majestuosas interpretaciones, seguiré viviendo, pensando que la vida es como el vals, a veces es mejor dejarse llevar. Gracias, familia Strauss.