Gatillazo inexplicable

07 de mayo 2018
Actualizada: 18 de junio 2024

Lo fácil sería argumentar que el árbitro debió señalar penalti en la última jugada del partido y que de haberse transformado dicha pena máxima la maldita pesadilla del descenso se habría terminado de una santa vez

Lo fácil sería argumentar que el árbitro debió señalar penalti en la última jugada del partido y que de haberse transformado dicha pena máxima la maldita pesadilla del descenso se habría terminado de una santa vez.

Que esa acción entre Iván Martín y el portero rival pudo ser perfectamente constitutiva de penalti es una realidad. 

Que el Adarve ya no habría tenido tiempo para nada, también los es.

Sin embargo, en un día como el de ayer en el que el Pontevedra CF protagonizó una gran "cagada" (no encuentro otro término por vulgar que sea el utilizado para describir mejor la ocasión perdida por los nuestros frente al Adarve) no sería justo basar en exclusiva el análisis de lo sucedido en un posible error arbitral por grave que a todos nos pueda parecer.

Lo cierto y lo inexplicable es que el Pontevedra no demostró querer ganar el partido por lo civil o por lo criminal hasta mediada la segunda parte.

Hasta aproximadamente el minuto 66 de partido, el equipo no mostró más que una desquiciante incapacidad para generar un mínimo de peligro ante la portería madrileña (un lanzamiento al larguero de Mouriño tras un rechace fue la excepción) y consiguió hasta amodorrar a una afición que aprovechó las ofertas del club para poblar en muy buen número las gradas de Pasarón.

Hasta el "pistoletazo" de salida provocado por el lanzamiento al poste de Jorge Hernández en el minuto veintidós de la segunda parte, el Pontevedra vivía exclusivamente del empuje de un Kevin Presa que en ocasiones parecía enfrentado en una guerra solitaria contra todo el equipo contrario.

Ese disparo de Jorge a la madera pareció despertar a un equipo hasta ese momento medio dormido e incapaz aparentemente de darse cuenta de lo mucho que se estaba jugando frente al humilde Adarve.

Y las ocasiones (aunque tarde) llegaron a partir de ese momento como una cascada sobre la portería unionista que tuvo en su portero a un baluarte inconmensurable que repelió remates de Mouriño en dos o tres ocasiones, Alex Fernández o Goldar, firmando intervenciones realmente meritorias.

El motivo por el cual el Pontevedra se limitó a disputar un partido como "Dios manda"solo de veinticinco minutos desdeñando prácticamente los sesenta y cinco primeros es una incógnita más a sumar a las tantas que han quedado sin despejar en esta temporada infame. 

El mal sueño tendría que haber terminado ayer con los muebles salvados del incendio pero lejos de habernos despertado de esta pesadilla las cosas se han vuelto a complicar y todo por no haber sido capaces de ganar en casa a este Adarve que a efectos clasificatorios ya nada tenía que jugarse en la ciudad de Pontevedra.

Ahora no hay más remedio que rearmarse tanto física como moralmente para afrontar el último partido de Liga y tratar de mantener (o recuperar) la tranquilidad en todos los estamentos de la entidad para sobrellevar una semana que se va hacer larga y complicada.

Una victoria nos salvaría en cualquier caso de todo peligro y el empate serviría si el Toledo no gana su partido en el Salto del Caballo al Fabril Deportivo (en caso de empate nuestro y victoria manchega nos iríamos al play out).

Si perdemos es mejor ni pensar lo que podría pasar pues si se combina esa hipotética derrota con las victorias de los que vienen por detrás no habría otra consecuencia que la caída del equipo a tercera división.

No hay ya más margen de error. No hay más jornadas ni oportunidades. El próximo fin de semana se decidirá todo y en Majadahonda deberá comparecer un equipo desde el primer minuto de partido.

No valen ya milongas ni tonterías ni salir con la clásica torrija que tantas veces nos ha costado goles antes siquiera de que los espectadores hubieran acomodado sus traseros en las gradas de los estadios.

Se pondrá muchísimo en juego el próximo domingo y la única posibilidad de salir de este atolladero es poner el mismo corazón y empuje del último tramo del partido de ayer a lo largo de noventa minutos pero acompañando esa entrega y esas ganas de salvarnos con algo de fútbol.

Si el único argumento a utilizar es el balón largo desde la portería al delantero (como ocurrió ayer casi todo el tiempo) lo tendremos bastante complicado.

A buen seguro en Madrid se darán cita muchos aficionados granates dispuestos a alentar al equipo en este episodio trascendente de la historia del club. La ovación dispensada a los jugadores tras el final del decepcionante partido de ayer es una muestra más de la paciencia infinita que los seguidores pontevedreses tienen para con su equipo. 

Esa fidelidad, ese apoyo incondicional ofrecido a pesar de que las alegrías proporcionadas por los nuestros son muy pocas desde hace mucho tiempo no debería tener otra recompensa que evitar este dramático descenso.

Estamos tocados tras el gatillazo inesperado de ayer pero ni mucho menos hundidos. 

Ese lema que se ha hecho popular en los últimos tiempos que dice "Pontevedra nunca se rinde" debe presidir los pensamientos de todos a los que nos importa (y ahora preocupa) el futuro del club.

Además de ese lema que acabo de citar y que recitan todos los partidos muchos aficionados granates me gustaría pedir prestado aunque solo sea por unos días esa otra frase que se pronuncia mucho en la entidad contra cuyo filial nos vamos a enfrentar en la última jornada: "nunca dejes de creer"

Si no nos rendimos y creemos hasta el final nos salvaremos. 

Todavía está todo en nuestras botas.