El retorno

20 de junio 2022
Actualizada: 18 de junio 2024

Me levanto perezosa, con la garganta inflamada, tos y molestias en el pecho. El dichoso virus ha vuelto. b>Cuando lo padecí al principio de la pandemia estuve totalmente asintomática, no había señas visibles de él en el organismo, solo el positivo de un test. Ahora es diferente. Toso, tengo flemas y me duele la garganta y la cabeza, me mareo al levantarme de la cama y siento cansancio general.

Me levanto perezosa, con la garganta inflamada, tos y molestias en el pecho. El dichoso virus ha vuelto. Cuando lo padecí al principio de la pandemia estuve totalmente asintomática, no había señas visibles de él en el organismo, solo el positivo de un test. Ahora es diferente. Toso, tengo flemas y me duele la garganta y la cabeza, me mareo al levantarme de la cama y siento cansancio general. Ignoro cómo lo he cogido, esta alegría de andar otra vez sin mascarilla se ve que ha sido precipitada. Tal vez en el gimnasio, en la calle, no puedo determinarlo, con cualquier contacto leve, el bicho se aloja en todas las superficies, en el aire, en las partículas.

Es una lata. Me imagino ejércitos de bichos con su corpúsculo central y montones de patas, introduciéndose por el torrente respiratorio y bajando por las venas. Debe ser una cepa nueva, diferente a la otra, se ve que las vacunas no inmunizan del todo, tal vez sí sea necesario fabricar más dosis. Paracetamol , pastillas para la garganta y descanso, no parece haber otra opción. Cuarentena al menos siete días, guardada religiosamente. Tiempo para pensar en lo divino y lo humano, antojo de chocolate Milka para reponer fuerzas. Me pregunto cuántas personas están pasando el virus por segunda, incluso tercera vez, y si se encuentran graves. Me pregunto cuántas veces un positivo se cuela sin saberlo en un gimnasio, en un cine, en una cafetería. Lo imagino perverso y verde, un bicho maléfico con patas de pulpo que se goza inundando los cuerpos, las almas y las vidas. Pienso en todas las que se ha cobrado y en todo el caos que ha producido, en el dolor y la confusión, en las hospitalizaciones. Sin duda parece que algo tan pequeño no podría provocar tanto revuelo, parece desproporcionado, pero lo ha hecho y lo sigue haciendo.

Sus ventosas se adhieren a los sueños, a las esperanzas, al oxígeno, y succionan lentamente cada uno de ellos. Nos sentimos indefensos, nos sentimos atrapados. La idea de que somos humanos, seres pensantes y capaces de todo, palidece. Nuestro ego se arruga ante tremenda muestra de fragilidad. Es así y no podemos evitarlo. Cada vez nos sentimos más pequeños ante realidades como esta, que nos hacen tomar conciencia de la finitud de la especie . Podemos construir edificios, trasantlánticos, escuelas, pintar obras de arte, pero no podemos derrotar a un organismo microscópico que se cobra salud y vidas. Algunas personas pasamos la infección en casa, de manera relativamente leve, con suerte sin secuelas. Otras, más vulnerables, ya no salen de las UCI.

Esto supone para el planeta una pérdida irreparable , miles de seres humanos abatidos por una pandemia mundial. Tal vez nos resulte ya lejana, ahora que nos hemos quitado las máscaras y vemos la proximidad del verano. Pero su efecto permanece, y todavía podemos sentir sus consecuencias en la piel y las vías respiratorias, en el ambiente y las casas.

Es una huida hacia adelante olvidarnos de lo que fue en estos dos años y mirar al futuro como si no hubiese pasado, pero precisamos hacerlo por supervivencia de la psique. Construir nuevos planes y objetivos, ingeniar ilusiones y metas. No permitir que un organismo tan pequeño nos robe la paz y la libertad. Sí, esto debemos hacer, esto es lo necesario.

Seguir construyendo el presente y el futuro con optimismo, a pesar de tanta negatividad, y protegiéndonos con cautela, a pesar de tanta algarabía.

Encontrar el justo punto medio entre los extremos y no olvidar que somos tan pequeños como para perdernos y tan grandes como para, finalmente y definitivamente, encontrarnos.