Es habitual en las tertulias pontevedresas que siempre salga a relucir el nombre de un personaje relacionado con nuestra ciudad. Es justamente ahí cuando cada uno de los tertulianos defendemos la labor de uno u otro y lo olvidado que está por las instituciones y la sociedad. Yo siempre reivindico la figura de don Casimiro Gómez Cobas, que es a la que quiero dedicar este primer artículo en Pontevedra Viva.
En estos momentos en que vivimos una Depresión Económica de carácter global solo semejante al famoso crack del 29, la figura de Casimiro Gómez debe ser analizada y puesta en valor si cabe todavía más. La suya fue una vida de inconformismo, de reinventarse todo los días, de ayudar a los demás y de amor por su Pontevedra.
Hijo de campesinos de Cotobade (1854, Viascón), no quiso aceptar el destino que aquí le esperaba por lo que decidió, a la temprana edad de 14 años, embarcarse solo y emigrar a la Argentina para juntarse con un tío suyo del que le llegaban noticias de que económicamente le iba bien. Los avatares de la vida no se lo quisieron poner nunca fácil y una epidemia de fiebre amarilla hizo que el barco que lo transportaba arribara en Río de Janeiro.
Imagínense a un niño de 14 años que nunca había viajado y que de repente se encuentra solo en un país del que no conoce absolutamente nada.
En su huida hacia adelante por la supervivencia consigue encontrar trabajo en una fábrica de cueros, en la que aprende todos los entresijos del oficio y en donde consigue reunir algo de dinero para poder por fin viajar a Buenos Aires y juntarse con su tío. Allí comienza a trabajar en un taller de talabartería y cuero propiedad de un catalán llamado Agustín Palmés, que acabará siendo su suegro y del que obtiene el modesto taller.
A partir de ese pequeño taller, a lo Amancio Ortega o Amancio Ortega a lo Casimiro Gómez, casi mejor-, construye una empresa multinacional en aquella época en la que vende sus artículos de cuero a decenas de países en los periodos de entreguerras y, especialmente, durante ellas.
Su carácter emprendedor le lleva a hacer incursiones en campos tan diversos como artículos de viaje y deporte, compañías de seguros, industrias farmacéuticas, exportadoras e importadoras, prensa, transportes, Cruz Roja Argentina y entidades bancarias entre otras. Es de destacar el hecho de que funda la El Centro Industrial Argentino y de la Unión Industrial Argentina en la que llega a ser Presidente.
Hombre decidido y nada temeroso de emprender nuevos proyectos empresariales generados de riqueza y empleo, decide invertir fuertemente en su ciudad para cambiar nuestra dinámica, en aquellos tiempos decadente y similar a la actual.
Su amor por Pontevedra le hacen regresar en el verano de 1.900 en donde adquiere la finca de Monteporreiro, sentando las bases de uno de los proyectos más emblemáticos y conocidos de nuestro hijo adoptivo: El Balneario del Lérez, que será inaugurado el 22 de Agosto de 1906 en plenas Fiestas de la Peregrina.
Demostrando unas asombrosas dotes visionarias no duda en fundar la publicación Lérez. Revista Ilustrada en donde se ofrece numeroso contenido e información pero cuya finalidad principal es difundir las bondades de las Aguas Minero-Medicinales Lérez. Estaba utilizando hace más de 100 años una herramienta que hoy en día ha explotado con el mundo 2.0: el marketing de contenidos, cuyo máximo exponente en aquella época fue la Guía Michelín (creada en 1900) de la que a buen seguro nuestro indiano no se perdió detalle.
Fue probablemente el mayor mecenas que nuestra ciudad ha dado en su historia. Cedió los terrenos de la esquina de Barcelos para la construcción de la Escuela de Artes y Oficios, el Cuartel de la Guardia Civil en la calle que lleva su nombre, el edificio Castro Monteagudo a la Diputación para la puesta en marcha del Museo, numerosos lavaderos públicos en un momento en que se había cerrado las principales fuentes de la ciudad por presencia de microorganismos nocivos, y ayudó finaciaremente a la Casa Hospicio, el Hospital Provincial, el Asilo de Ancianos o la Escuela Maternal entre otros.
A la caída del Balneario -debido probablemente a los efectos colaterales de la 2ª Guerra Mundial- Casimiro, a la edad ya de 70 años, siguió reinventándose dejando atrás proyectos tan interesantes como una piscifactoría o un Hotel destinado al turismo internacional. Decide apostar ahora por el sector avícola, fundando la Granja Monteporreiro en donde crea un departamento de I+D para mejorar los piensos y obtener la mejor maquinaria industrial. Adivinaba nuevamente las posibilidades de un sector que dos décadas después sí se especializaría y crearía la Cooperativa Coren.
Fallece don Casimiro Gómez en Vigo en 1940, en un época nada proclive para rendir homenajes que eran reservados casi en exclusiva a los combatientes de la Guerra Civil Española.