Un acontecimiento fuera de lo común ocurrió a mediados de septiembre de 1927 en Pontevedra y fue la llegada a la ciudad del "mayor espectáculo del mundo", el Zoo-Circus, propiedad de los franceses hermanos Court. Este circo estaba considerado el mayor circo de Europa y el segundo del mundo.
Siguiendo la información que aparecía en el Diario de Pontevedra de la época nos plasmaba el siguiente relato: A las dos de la tarde comenzó el traslado del material del Zoo-Circus desde la estación a la explanada de la Moureira, lugar donde se instaló. En cuatro horas quedó levantado el circo, distribuidas las jaulas, montadas las tiendas; comienzan a funcionar los motores portátiles de gasolina que producen el alumbrado necesario. A las diez de la noche de ese mismo día, 16 de septiembre de 1927, dio el Zoo-Circus su primera función.
El "Chapiteau" o tienda destinada al espectáculo del circo capaz para 5.000 o 6.000 personas se levanta y abate con la mayor facilidad. Tiene 43 metros de largo por 38 de diámetro y es ovalada. La tienda ocupada por la colección zoológica mide 40 por 18.
El empresario y director del circo M. Alfred Court relató que en España la empresa Zoo-Circus desistió de transportar los carruajes por carretera por entender que nuestros caminos no estaban en las mismas condiciones para el rodaje que las carreteras francesas, y en vista de ello resolvió hacer el transporte por ferrocarril, para ello fueron contratadas las suficientes unidades a una Compañía ferroviaria y acondicionadas a las necesidades del negocio.
Diferentes sucesos graves y penosos acontecieron con sus fieras a lo largo de sus representaciones en la península: El elefante Toby tuvo que ser abatido con catorce disparos después de volverse violento y haber atacado a su "cornac" en Francia. El león "Digos" atacó en dos ocasiones al domador Vargas, dejándolo ingresado en un hospital con graves heridas y atacó nuevamente al domador que lo sustituyó, Mr. Ronald, arrastrándolo por la jaula sin que este pudiese desasirse y fue gracias a la rápida actuación del domador de tigres Kok quien entrando en la jaula y abalanzándose al león, tralla en mano, consiguió salvarlo, siendo su estado grave. Al anterior domador de tigres lo había matado uno de estos enormes felinos durante su representación en Palencia.
Si memorable fue la llegada del Zoo-Circus a nuestra ciudad y grato recuerdo dejó del que se estuvo hablando mucho tiempo, no lo fue menos la arribada, unos cuantos años después, en 1934, del grandioso y extraordinario circo alemán de Carl Hagenbeck, de características muy similares al primero.
Se trataba de un impresionante circo que también llegaba en tren pero que en esta ocasión llevó sus carpas a otra zona de la ciudad, al campo de la Eiriña, lugar que se utilizaba como terreno de juego por este equipo de la ciudad.
En la memoria de los pontevedreses quedaron grabados los desfiles que realizaron tanto uno y otro circo por las calles de nuestra ciudad, haciendo las delicias de mayores y sobre todo de niños.