El exhibicionista

04 de enero 2024
Actualizada: 18 de junio

Exhibicionista, por vocación, como es de ley. Sin embargo, en los últimos años, la cosa va de capa caída. Las mujeres ya no se escandalizan como antaño. Se ha perdido la capacidad de asombro. Pasan de largo y en el mejor de los casos se detienen unos segundos a curiosear, tuercen el gesto y continúan su camino

 

—¿Edad?

—A usted no le importa.

—¿Estado civil?

—Soltero.

—¿País de procedencia?

—Noruega.

—¿Profesión?

Exhibicionista, por vocación, como es de ley. Sin embargo, en los últimos años, la cosa va de capa caída. Las mujeres ya no se escandalizan como antaño. Se ha perdido la capacidad de asombro. Pasan de largo y en el mejor de los casos se detienen unos segundos a curiosear, tuercen el gesto y continúan su camino.

—¿No ha pensado en cambiar de trabajo?

—¿Y adónde iba a ir con mi edad? Creo que es mejor reinventarse. Lo de la gabardina ha quedado desfasado y suele resultar ridículo el abrírsela ante una gachí. Llevo tiempo dándole vueltas a la cabeza y no se me ocurre nada que merezca la pena. En ocasiones pienso que como la mayoría de los oficios artesanales, está tristemente avocado a desaparecer. Cualquier día, sin buscarlo, tal vez se me encienda alguna lucecita.

—De todas formas ya sabe que esta actividad es ilegal y podría llegar a pasar una buena temporada a la sombra. Luego no diga que no se lo avisamos… En serio, yo que usted, me buscaría otra cosa.

—No insista… Mire, le voy a contar un secreto. El exhibicionismo no me da dinero, es una afición; como el que va a pescar o se tira de un puente con una goma atada a un pie. ¡Ni un duro gano yo con esto!

—¡Qué me dice! Ni en un millón de años se me hubiera pasado por la cabeza.

—Ni siquiera una pequeña gratificación económica. Nada, cero patatero.

—Vamos, que si no ha hecho otra cosa en la vida, o bien ha sido un niño de papá con los billetes saliéndole por las orejas, o es tan grande su afición que ha preferido malvivir antes de abandonarla.

—Créame que aquel que nace con semejante arte no recapacita en sus desventajas. Y son muchas, hágame caso. Por ejemplo, resulta un tanto complicado formar una familia. ¿Se imagina despedirse cada mañana de su mujer para ir a exhibirse por ahí? ¿Qué podría decir ella? ¿"Mucho cuidado con los constipados" o "abrígate"? Es un fastidio. Luego, que si te llaman tío guarro, degenerado o perro verde. No se dan cuenta que de lo que hablamos es de talento, al igual que el que pinta un cuadro, esculpe una estatua o atraca un banco sin usar arma alguna. Y usted me advierte que esto es ilegal (y yo se lo agradezco), mientras la justicia nos compara con violadores de medio pelo.

—¿Qué persiguen al hacer esto?

—Excitación.

—Sí, sí, imagino. Me refiero a si es importante que la persona ante la que se desnudan también obtengan esa excitación.

—Ya habría que ser suertudo. A mí, desde luego y por desgracia, nunca me ha sucedido. Lo importante, lo realmente importante, es hacerlo ante un desconocido, que es lo que más pone. No puede imaginarse qué gran placer.

—¡Oh! ¡Ah! ¡Sí, sí que me lo imagino!

—¿Qué hace, buen hombre?

—¡Guau, qué placer! Esto es el no va más. ¡Disculpe! ¡Disculpe! Así, de servicio… Es que me entró la curiosidad, ¿sabe?

—No, si no pasa nada. Lo que ocurre es que aquí el salmón soy yo y no le veo mucho sentido a que se desnude el pescadero. Ya le digo, las mujeres de hoy día ni se escandalizan. Estamos a un precio prohibitivo y sólo miran la buena pinta que tenemos. ¡Con eso hay que conformarse! Siempre soñé con ser uno de esos salmones ahumados. Entre eso y mi nacionalidad noruega ya hablaríamos de palabras mayores. A mi padre lo ahumaron y le fue fenomenal. ¡No duró ni dos sentadas! Cómo se relamían los condenados… Bueno, ni yo ni nadie de mi familia estábamos ahí, pero cuando el río suena, agua lleva. A mí que me cocinen como gusten. Lo único que me preocupa es el tufillo que puedo desprender de aquí a unas horas; un pescado no fresco está destinado al fracaso. Qué mala fortuna la mía el haber nacido en esta época de crisis. En fin, por ahí viene una familia con aspecto pudiente. Me abriré la gabardina y rezaré para que no se decanten por el besugo que está a mi lado. Y si las autoridades lo toman como competencia desleal, que les zurzan. Y si el castigo es que me envíen al congelador, pues mire, más fresquito. Si algo me ha quedado claro en esta vida y nadie conseguirá arrebatármelo, es que lo mío, le fastidie a quien le fastidie, es el exhibicionismo.